Tarjeta roja
Hay que ver las cosas de las que uno llega a enterarse. No se alarmen. Que los árbitros tienen cierto tipo de relaciones con los clubs es tan viejo como el propio fútbol. La novedad cosiste en que nos enteremos por una investigación de la Agencia Tributaria en la sociedad de la que es titular José María Enríquez Negreira, como buen catalán al servicio del Barcelona pero no gratis. Seguro que a todos se nos ocurren múltiples motivos para tan estrecha relación, ninguna ocurrencia buena desde luego, pero ya les anticipo que quien esté limpio de culpa tire la primera piedra.
Mejuto González, ahora delegado de campo del Getafe, fue árbitro FIFA y de sus actuaciones en competiciones europeas remitía informes al Mallorca por si durante su participación en la Champions o en la Copa de la Uefa, actual Europa League, le tocaba enfrentarse a alguno de los equipos a los que pitaba. Ignoro si percibía alguna compensación. No son pocos los casos de árbitros que una vez colgado el silbato han encontrado trabajo en diversos equipos. Zariquiegui fue durante muchos años, cuando los árbitros vestían de negro, delegado de Osasuna y Santamaría Uzqueda aun lo es del Real Valladolid. No creo que ninguno de los tres, y más que habrá por ahí, recibieran favores extraordinarios.
Lo de Enríquez Negreira con el Barça no pasa, según declaran los interesados, de unos consejos para que los jugadores supieran cómo portarse con los árbitros designados. ¡Hombre!, una asesoría un poco cara según Hacienda, eso si. Acaso lo más viscoso, no sorprendente, es que los cuatrocientos mil y pico por temporada ingresados en la sociedad del susodicho durante tres años, coincidiera con su cargo como vicepresidente del Comité Nacional y los pagos cesaran después de su salida, porque tal posición sí que le confería autoridad sobre sus representados, la usara o no para bien o para mal. Y Sánchez Arminio, a la sazón presidente, sin enterarse. O si