Ni futuro, ni presente
Hace ya algunos años, cuando Fernando Crespí se había hecho cargo de la presidencia con el apoyo accionarial de Bartolomé Cursach, alguien opinó que «el futuro del fútbol en Mallorca pasa por el Atlético Baleares». Luego llegó Ingo Volkman y ocho temporadas después, aquel porvenir se ha estancado en la reforma del Estadio Balear y en un rosario de múltiples pecados de gestión que encarnarán en si mismos su propia penitencia.
De otro lado identificar el mañana en jugadores como René, Vallori, Xisco o Laure, por citar solamente a algunos, equivale a hacer añicos la bola de cristal en paralelo a los asesores, colaboradores, pseudo técnicos y personajes de diferente pelaje más que pedigrí, en quien el empresario alemán confió y, ¡ojo!, sigue depositando la responsabilidad del aparente proyecto.
Si vamos a hablar del largo plazo, tampoco cabe excluir la desidia de los dueños del Mallorca en la formación de sus peones. Confieso que llevaba no pisaba un campo de Tercera, así la llaman aunque en realidad es una ordinal Preferente, desde finales de los 70. Tuve la oportunidad de presenciar el Platges de Calviá-Mallorca B del pasado domingo. Me gustó ver a Gustavo Siviero en la banda, saludar a viejos conocidos como Oscar Montiel y Miki Garro o ver a Jovan Stankovic en la grada y a Carlos Martínez en el banquillo local.
Dicho esto, confirmé el balance temido en relación a la progresión de los chicos de Son Bibiloni. Ahí no hay materia prima ni siquiera a medio plazo como consecuencia del fracaso de la dirección deportiva en su política de fútbol formativo, en su empeño de ir a buscar fuera de la Isla lo que darían gestores deportivos mucho más metidos en la idiosincrasia local y en sus relaciones interclubs. La Ciudad Deportiva Antonio Asensio es sin duda el centro productivo más insignificante, la fábrica de futbolistas peor dirigida que hemos conocido desde su inauguración. Sus resultados hablan por si solos.