No hay divorcio sin boda

Habrán leido aquí varias veces que la afición no es sino la coartada necesaria para la explotación del negocio. No hay divorcio entre el mallorquinismo y la propiedad del Real Mallorca SAD porque nunca hubo boda, ni siquiera en Perelada y mucho menos después, aunque algunos hayan necesitado la Copa, la Supercopa y sus consecuencias para darse cuenta.

En el film de Michael Mann «El dilema» en el que Al Pacino, cuyo personaje responde al productor del programa de televisión «60 minutos», y Russell Crowe el del químico despedido por una tabacalera por denunciar la presencia de sustancias adictivas en los cigarrillos, el primero se ve en la tesitura de que su cadena, la CBS, impide la emisión de una entrevista al segundo ante el temor de perder la inversión publicitaria y, más aún, ceder a una OPA hostil para cambiar de manos. En plena lucha con los directivos y en los tribunales, Pacino, desolado, se lamenta: «estoy solo».

Los aficionados del Mallorca también están solos. Me pregunto si, a tenor de los ocurrido, los jugadores y técnicos también lo están. No es una cuestión de empatía sino de solidaridad, apoyo y confianza. Los momentos difíciles definen con meridiana claridad quiénes son amigos y cómo actúan los familiares. Durante mis primeros años en la extinta Radio Juventud, el director nos reunió para pedirnos mayo esfuerzo, dedicación y horas sin alterar nuestros ya de por si reducidos salarios porque «aquí, dijo, somos una verdadera familia». Mi compañero Fernando Lazareno (*), una de las mejores voces que hayan pisado la radio de esta Isla, replicó: «si, en la que usted es el padres y todos los demás somos primos». En Son Moix el padre es Andy Kohlberg y el hijo, no pródigo, Alfonso Díaz.

Y el sábado, el Betis. Una oportunidad para que, a falta de dirigentes, el equipo y los seguidores sellen su unión al margen de tanto pintamonas. Hará falta.