No se lo merecen
Se olvida con demasiada frecuencia que uno de los componentes del fútbol, igual que en cualquier otro juego, es la fortuna. La suerte es esquiva y nunca se sabe si se va a aliar con uno o en su contra. A veces incluso decide no intervenir o influir poco, pero haberla hayla. El Mallorca la tuvo de su lado en el campo del Betis, para situarnos en el asunto a colación, pero careció de ella el martes frente al Barcelona.
Perder ante el todavía líder de la clasificación formaba parte de la lógica de cualquier quiniela en base a la diferencia de presupuesto, muchos cientos de millones de euros, y el potencial de sus respectivas plantillas. Otra cosa es que la goleada inferida se origine en una acción desgraciada de la defensa y, tras igualar el marcador con no poco esfuerzo, aparezca un penalti de estos que se pueden señalar o no, pero casi nunca a favor de los equipos menos poderosos.
A partir de aquí es preciso, aunque no debería, recordar que el potencial del Mallorca, económica y deportivamente, es el que es y no da para más. Con sus importantes errores bien aprovechados por el ganador de la batalla, no volvió la cara al envite que seguramente hubiera perdido igualmente aunque tal vez por un resultado más digno. Y ahí es donde quería ir a parar.
Los futbolistas que estaban en el campo y también los ya sustituidos, no merecían el desprecio que supone el abandono de sus localidades, la salida del estadio decidida por un número groseramente apreciable de espectadores. En primer lugar fue una falta de respeto para con unos profesionales, mejores o peores, pero acreedores de la consideración que merecía su esfuerzo. No se trata de ser más o menos mallorquinista, cualquier catecismo ya se nos ha explicado en el colegio, sino de mantener un mínimo de educación.
El público ni es soberano, ni siempre tiene razón. Un somero repaso a las noticias de actualidad basta para descalificar los tópicos. En este caso, si los jugadores tenían que aguantar el chaparrón, los aficionados, disgustados o no, debieron soportar el suyo, para eso está los impermeables, lo cual incluye a quienes luego imparten cátedra de sentimientos y clases de formación.