Poderoso caballero

Ha llovido desde que José María Lafuente Balle, abogado y amigo, me contó que un directivo del Real Madrid le había contado el proyecto de la Superliga. Cuando le respondí que aquello no podría salir nunca, me replicó: «si hay tanto dinero de por medio, se hará».

Los dos teníamos razón. La oposición de los equipos no incluidos, la pérdida de enteros de las ligas domésticas, la desigualdad económica, el escudo protector de la UEFA, la FIFA y las federaciones adscritas ante el horizonte de su descalabro como únicos representantes del orden futbolístico mundial y el propio hartazgo de la repetición de los mismos partidos años tras año, bombardearon y socavaron eficazmante los cimientos de la non nata competición. Pero ahí sigue Florentino Pérez dando la vara, sin ceder en su egocéntrico entusiasmo sin más argumento que, en efecto, el dinero que se presume y atrae, sobre todo, a aquellos clubs que lo pierden.

Ya no es solo el perro, tal cual reza el refrán, quien baila por el vil metal. Desechados los valores más básicos de la religión, la política, la cultura y el propio deporte, entre otros, el imperio de la moneda ha sustituido a los dioses del olimpo. No hay argumento moral capaz de reducir a papel quemado cada uno de los billetes que circulan a lomos de la corrupción en no pocos casos. Así que solamente la derrota del oro, sea negro, rubio o falso, podrá devolvernos la fé en el fútbol, en los juegos olímpicos, y, si acaso y por qué no, en la mismísima humanidad.

Así decía el personaje de Cuba Gooding en el papel de un deportista de élite, representado por un agente encarnado por Tom Cruise, al insistir: «show me the money». Enséñame la pasta.