Recuerdos del futuro

En el desempeño de mi profesión siempre he procurado leer más allá del primer impacto. Al ver a los ultras del Olimpia de Liubliana, la capital de Eslovenia, irrumpir en la rueda de prensa mediante la cual se presentaba al mallorquín Albert Riera como su nuevo entrenador, rechacé aquella manifestación de violencia física y verbal, sin embargo después de lamentar la forma sentí envidia del fondo: una afición implicada en su club y que contradice y se expresa respecto a las decisiones que se toman. Una afición, en suma, que pinta algo.

Una facción de la del Mallorca tomó la iniciativa de repintar o encalar lo que queda de la vieja puerta de entrada del Lluis Sitjar. Lo único que queda en pié. No tengo muy claro qué pintaba allí el CEO del club, el señor Alfonso Díaz, ni la coherente de su presencia con la masiva protesta de los abonados por los precios impuestos a sus localidades de los que el invitado debe ser, como mínimo, partícipe sino inspirador. Y me pregunto de quién es este portón con la esperanza de que no forme parte del patrimonio de la SAD que compraron los americanos propietarios de la entidad.

Supongo que los copropietarios del antiguo recinto lo son de pleno derecho y ya puestos a conservar la memoria, tan escasa para las personas que hicieron grande al club mucho antes de que Robert Sarver y sus socios se enteraran de que existía Mallorca, aportaré la idea de editar toda una serie de productos de «merchandising» (camisetas, pisapapeles, llaveros, pins, gorras, tazas, etc) con la reproducción gráfica de la puerta, antes de que los grafiteros de turno, sean artistas, pandilleros o gamberros, la vuelvan a emborronar. Una buena fuente de financiación para las actividades de la peñas.

Y ya, de paso, que el mallorquinismo se convierta de una vez por todas en un grupo de presión capaz de hacerse oir en esos despachos de Son Moix tintados e insonorizados para no ver ni oir. De escuchar ya ni hablamos.