El último pitido

Cuando me inicié, por pura casualidad y la enfermedad puntual de un compañero, en el árduo camino de la información deportiva, mi primer patrón me enseñó que siempre debía seguir el rumbo de la corriente. Sin embargo no tardé en darme cuenta de que la verdad no siempre sigue la dirección del viento. Mi segundo jefe inmovilizaba la veleta, así que pronto aprendí que la sinceridad nace desde lo más hondo de la conciencia propia.

Por aquel entonces los árbitros de fútbol usaban una chaquetilla negra sobre una camisa blanca y pantalón del mismo color de la chaquetilla. Los banderines de los jueces de línea eran blancos y las amonestaciones y expulsiones se hacían verbal y gestualmente. Luego llegó el negro total, las banderolas de los asistentes rolaron al rojo y amarillo y poco a poco, los colegiados comenzaron a usar los mismos colores, o el azul celeste. Les cambiaron el reglamento mil veces y les han permitido una coartada, el VOR. Hubo un tiempo en que los intrépidos reporteros del Canal Plus lograron autorización para colocar un micro en el maillot de Pajares Paz durante un partido del Atlético de Madrid en el Calderón, si no recuerdo mal. La experiencia no prosperó, como no lo hará la de abrir el audio de las conversaciones entre al juez de campo y el del VAR. Cambios superficiales de cara a la galería.

Ha habido quienes se han atrevido a ir más lejos y practicar otro tipo de arbitraje. Unos lo han pagado con el despido o su propia dimisión, Pérez Lasa, Llonch Andreu,……sin hacer ruido. Otros, sumisos ante el voto de silencio y la jerarquía militarizada del Comité Técnico, lo han intentado desde dentro y desde abajo. Mateu Lahoz, sin ir más lejos. Apreciado y odiado por igual ha predicado con el ejemplo de un modo, peculiar según los retrógrados, diferente de hacer cumplir las normas de juego. En general se ha magnificado sus errores y sus formas de entender el fútbol, mientras sus valientes actuaciones, siempre imparciales, han sido minimizadas. Ha sido él, este valenciano que lleva quince años en Primera, quien ha defendido el diálogo con los jugadores, siempre desde la educación, la deportividad y el respeto.

El domingo dirigirá su último encuentro, Mallorca-Rayo, en cuyos prolegómenos será distinguido con el silbato de oro concedido por, ¡agárrense!, la Asociación de Peñas de todos los clubs de la categoría o, lo que es lo mismo, por el mismísimo y soberano aficionado. Debería ser tan gallardo en su retirada forzosa, como lo ha sido sobre el terreno. En cualquier caso si alguien quiere pitarle, que no cuente conmigo.