Redentores no, por favor

Nunca me han gustado los salvadores de nada, incluidos los «patrios». Menos aun aquellos que no dejan de recordar lo que, según ellos, redimieron. Pienso concretamente en Robert Sarver, Kohlberg, Nash, Martino, Le Saux y quienes ostentan la práctica totalidad de las acciones del Mallorca y también en Ingo Volckmann, dueño absoluto del Atlético Baleares a quien parece que han molestado algunos reproches surgidos de un grupo de aficionados blanquiazules.

En primer lugar la mala costumbre de dividir la crítica entre constructiva o destructiva es un invento de quienes no la aceptan. Los críticos ni construyen ni destruyen, no reman a favor ni en contra, sencillamente ejercen su derecho. Pagan, no entran gratis al estadio y exhiben tarjeta de cliente. Son los hechos y quienes los originan los que edifican, visten o apoyan determinadas actuaciones o, por el contrario, las rechazan, derruyen o desnudan.

En segundo lugar, aunque el orden de los factores no altera el producto, nadie pidió a estos señores que salvaran nada ni a nadie. Vieron una oportunidad de negocio que entendieron les convenía y optaron por aprovecharla. No vayamos ahora a sugerir que tanto «barralets» como «ferrerets» son copartícipes de los fracasos de gestión de ambos inversores. Y lo escribo porque jamás les cederían voz ni voto en caso de lograr algún éxito.

En resumidas cuentas, ni los americanos ni el alemán me dan ninguna pena. Son libres para invertir su dinero cómo y dónde quieran y estaría encantado de que les fuera bien. De eso a que nos restrieguen por la cara y de vez en cuando sus campañas de rescatadores media aquella cita pseudo bíblica: quien se mete a redentor, sale crucificado.