Reglamento con manual de uso

Cada fin de semana tengo la mala costumbre de ver algunos partidos de segunda división; deformación profesional, sin duda. No se ha disputado ni media jornada y, de momento, lo que más me ha llamado la atención son unos arbitrajes verdaderamente nefastos y que justifican no solamente el despiste de los aficionados sino de los propios futbolistas que, al paso que vamos, tendrán que salir al campo con los brazos atados al cuerpo.

El problema de dejar determinadas faltas a criterio del árbitro es que los árbitros carecen del mismo. No todos, pero si muchos de ellos. El del VAR, tampoco; porque es imposible que un señor deduzca a través de la pantalla la intención del presunto infractor. Luego viene la indefinición del propio reglamento, ya que es preciso un libro de instrucciones para señalar los fueras de juego o las infinitas posibilidades de que una mano en el área sea castigada o no:  si está arriba, si está abajo, si está separada del cuerpo o no, si en una posición natural o antinatural, si viene del pie, del pecho o de la cabeza……… ¡De locos!.

He visto pitar un penalti contra el Español porque el hombre del vídeo ha visto una mano no se sabe exactamente cómo ni dónde. Expulsar a un jugador del Leganés por saltar junto a un contrario. Dos manos en el Oviedo Ponferradina absueltas de penalti que, en otros partidos, si fueron sancionadas. Y no olvidemos a ciertos sesudos comentaristas: «si, ha barrido la pierna del delantero pero antes ha tocado balón», como si darle a la pelota fuera un salvoconducto para romper la crisma del adversario. Aceptaríamos atenuante como justificación, pero nunca un eximente.

Y no lo he visto todo. Ni yo, ni nadie.