Saber de lo que estamos hablando (y II)

Tengo y he tenido amigos del Atlético Baleares. Los clásicos. Jerónimo Petro, Tomás Monserrat, Planas Sanmartí (q.e.p.d), José María Roselló, incluso cambio las pilas de mi reloj en la tienda de Antonio Miró en Carrefur del Coll d’en Rebassa. Incluso algún balearico acomplejado que oculta su simpatía por los colores blanquiazules, no su sentimiento.

Reconozco el derecho de cada cual a vender la moto como le dé la gana y que, además, se la compren, pero colocar a la parroquia el colofón de su mediocre campaña como un ascenso de categoría por mucho que se llame Primera RFEF, excede los límites del postureo. Aquí el único que puede ascender, en este caso a Segunda y en la LFP, es el Ibiza que, de no consumar su extraordinaria temporada, conveniente y sospoechosamente silenciada más allá de las Pyitiusas, se quedará como los blanquiazules, es decir en la tercera categoría del fútbol español que es donde estaban.

Por mi como la quieren llamar la Chamipons 2, pero eso no les convertiría en integrantes de una competición europea. Ni siquiera el hecho de que el nombre copiado por Rubiales, presidente de la Federación Española, de otros países, pasara a ser considerada categoría profesional porque, de hecho, lo es la disfracen como les dé la gana.

O sea, el Atlético Baleares no ha subido a nungún sitio. Ha logrado, eso si, la permanencia donde estaba y puede que los jerifaltes de la Federación y el CSD se quiten la máscara, no la mascarilla, de la cara y acepten que los clubs y futbolistas de la, repito, tercera categoría del fútbol español,  se rijan por criterios profesionales. Igual que ahora, por cierto, solo que no lo dicen aunque todos lo sepamos.