Se les pasó el arroz
Ya no cuela el argumento de que el Mallorca aun existe porque lo compró Robert Sarver quien, además, sigue pagando las nóminas. En primer lugar porque el fondo americano que preside no vino a salvar el club, como se pretende, sino a hacer negocio con él después de intentarlo sin éxito con el Rangers, el Getafe y el Levante donde no quisieron ni escucharle. En segundo término porque la mitad de los millones que ha invertido los ha tenido que desembolsar para compensar las pérdidas que ha generado, dieciséis millones y un descenso por los que, lógicamente, tenía que responder.
El único que, en su momento, evitó la desaparición de la SAD bermellona fue Miquel Contestí, convencido por José María Lafuente López, que en paz descanse. No lo hundió Vicenç Grande, quien recibió una herencia lastrada que, debido a su fallecimiento, dejó Antonio Asensio Pizarro, ni años más tarde Serra Ferrer, hoy idolatrado en Sevilla, ante la traición de Utz Claassen, Gabriel Cerdá, Pedro Terrasa y diversos agentes externos e internos también con nombre, apellidos y soporte mediático.
El expresidente Monti Galmés salió por la puerta trasera de Son Moix por no comulgar con los planes de los propietarios que avalaron la gestión del CEO en contra de su opinión. Otro mallorquín menos. Una dimisión muy reveladora que no podemos ni olvidar ni desconsiderar. La trayectoria del equipo, sus balances económicos negativos y la limpieza de sangre mallorquinista llevada a cabo durante este año en el infierno que no se quiso evitar, son evidencias no menos elocuentes.
Puede que la inversión haya salido como un tiro por la culata, lo cual explicaría la paupérrima política de fichajes a la que asistimos con cierta indiferencia. Es probable. Pero eso no constituye ningún aval a la sombra de la bandera de la salvación que sectores proclives ondean sin cesar y calan en el ánimo de los más desinformados. Porque, créanme, de no aparecer el banquero oportunista, lo habrían hecho otros como Contestí en 1978.