Selección: herencia dilapidada
La Selección española no era tan buena por ganar a una Noruega sin Haaland, muy ingénua ante la portería de Kepa, ni tan mala tras perder ante una selección de escaso relieve como la de Escocia. Tanto los que cabalgan rápidamente un equino ganador como los que a la primera oportunidad, talan madera del árbol caído forman parte de la deriva creada por el anonimato de las redes sociales y la irresponsabilidad periodística inherentes a los tiempos que corremos.
Se han conjugado dos problemas. El primero que la creación de Luis Aragonés, heredada y respetada por Vicente del Bosque, forjadora no solo de títulos históricos, sino sobre todo de una identidad reconocible y la ilusión que generan las victorias, ha desaparecido en el lodo que rodea los fundamentos de nuestro fútbol y emponzoña sus instituciones escándalo tras escándalo, error tras error y gresca tras gresca sin preservar carácter, estilo y empatía. Desde el acceso de Rubiales a la presidencia de la Federación Española cada nombramiento de seleccionador ha sido un drama y, peor, un fiasco.
Pero no todo se pierde por una parte. La Roja, ahora hasta en los pantalones, muestra la mediocridad de las falsas estrellas de nuestra liga, una competición cada día peor y cuya discutible calidad viene de la mano de futbolistas extranjeros que, a golpe de talonario, disparan los presupuestos de los clubs que les contratan hacia cotas más elevadas que sus tesorerías e incluso que sus posibilidades económicas. Y cuando vas a un Mundial con lo que tienes o, a la vuelta de la esquina, tropiezas con un contrincante no más que aseado, sobreviene un sopapo de realidad imposible de esquivar.