Sevilla puede esperar

«Sevilla tiene un color especial», cantan Los del Rio, «el corazón que a Triana va siempre volverá» profetiza Miguel Bosé y a Arturo Pareja Obregón le da igual cantar en Sierpes que en la Plaza Nueva, pero Sevilla, créanme, puede y debe esperar.

La resaca de la noche del martes pesa demasiado en la consciencia del mallorquinismo. A menos de 48 horas de un órdago en Son Moix, solamente se lee y se habla de aviones, de entradas, de precios, hoteles y nada, absolutamente nada, del Girona como si haberle derrotado en los cuartos de final de la Copa sirva como salvoconducto para recibirle de nuevo este primer domingo de marzo, mes de inestabilidad, de viento y de idus históricos. No saliera algún Cayo o Bruto para apuñalar al césar Aguirre.

No hay final, título ni Supercopa que tenga el mismo valor que la primera división. Sin ella el Mallorca no estaría en esta tesitura ilusionante ni, puestos en lo peor, volvería a estarlo en mucho tiempo, demasiado. Y no depende de los resultados del Cádiz, el Granada o el Almería, sino de si mismo; una ventaja que no hay que perder. Si la permanencia se ha de conseguir en base a los fracasos de los demás, podemos instalar otra vez una pantalla gigante en Son Moix para aplaudir los goles de los rivales del señalado trío andaluz.

Y ya les anticipo que el equipo de Michel, solazado durante la semana con la exposición de los trofeos del City, no vendrá a Palma en el mismo plano que hace unas semanas. De eso hablaremos mañana.