El Valencia, donde tanto gustas las fallas, fue pasto de los foguerons de Sant Sebastiá ante el mejor Mallorca del año y eso que acaba de empezar. Pero será difícil ver de nuevo a un equipo tan metido en el encuentro en todas sus líneas y facetas incluso ante visitantes menos cualificados. La goleada, brillante para unos y sonrojante para los otros, solamente se puede interpretar por la arrolladora superioridad local sobre un visitante apático y vago que ya se fue al descanso con tres goles en contra y luego perdió por expulsión a su estrella más prepotente, Parejo.
ALINEACIONES:
R.Mallorca.- Reina (1), Gámez (1), Valjent (1), Raillo (2), Lumor (1), Baba (2), Salva Sevilla (3), Dani Rodríguez (2), Lago Jr. (1), Cucho Hernández (1) y Budimir (3).
Minuto 63, Pozo (1) por Cucho. Minuto 69, Febas (1) por Salva Sevilla. Minuto 80, Kubo (-) por Lago Jr.
Valencia.- Jaume (1), Wass (0), Paulista (0), Diakhaby (0), Gayá (0), Parejo (0), Coquelin (0), Carlos Soler (0), Cheryshev (0), Gameiro (0) y Maxi Gómez (1).
Minuto 43, Ferrán (1) por Cheryshev. Minuto 60, Kangin Lee (1) por Gameiro.
ARBITRO:
Melero López (1), del Comité de Andalucía. Mal. Demasiadas tarjetas, algunas de ellas exageradas, en un partido plácido. Expulsó a Parejo en el minuto 50 por una segunda amonestación innecesaria. Mostró otras amarillas a Raillo, Salva Sevilla y Kubo, del Mallorca y a Ferrán y Coquelin del Valencia.
GOLES:
Minuto 6, falta que bota Salva Sevilla y Raillo cabecea, solo, en el área. 1-0
Minuto 22, Dani Rodríguez remata algo escorado y Budimir toca lo justo para que no llegue Jaume al segundo palo. 2-0
Minuto 40, en la mejor acción ofensiva y colectiva del matinal, Salva Sevilla profundiza sobre Budimir, que cruza con la zurda y por al palo opuesto al que defendía Jaume. 3-0
Minuto 71, Dani Rodríguez recibe al borde del área una cesión de Budimir y lanza pegado a la base del poste. 4-0
Minuto 81, única pared del Valencia en ataque que resuelve Ferrán. 4-1
COMENTARIO:
El mejor Mallorca de la temporada cantó y bailó a un irreconocible Valencia que interpretó el significado populista del verbo cantar y salió de Son Moix no solo remojado, sino humillado y, si me lo permiten, ridiculizado. Fue la repetición del baño que los de Vicente Moreno ya le dieron en Mestalla al equipo entonces dirigido por Marcelino García Toral, con la diferencia de que esta vez los palos no detuvieron el rodillo bermellón. Al hilo de la derrota del Atlético de Madrid en Eibar, Simeone se lamentaba de que sus jugadores no entendieran que los partidos se disputan desde el primer segundo. Albert Celades, bastante más débil de carácter que el Cholo, debió colegir que los suyos no entraron ni en el minuto uno ni en el 94.
De no ser por la enorme distancia que separa los presupuestos de ambos equipos podríamos debatir si estos resultados nacen del magnífico juego del vencedor o la pésima oposición del derrotado, pero solo comparar el potencial teórico de ambas plantillas sería un insulto a la inteligencia y un menosprecio que el anfitrión no merece después de haber acreditado sobradamente su solidez en Son Moix. Ayer superó a su rival en todos los ámbitos y escenarios probables: seguridad en defensa sin que Reina sufriera la menor conmoción, autoridad en el centro del campo bajo el sentido de anticipación de Idrissu Baba y la ciencia infusa de Salva Sevilla, presión adelantada que ahogó en todo momento y circunstancia la salida “che” además de capacidad de definición frente a la meta defendida por un atribulado Jaume Domenech.
Si es verdad que los futbolistas se contagian de la personalidad de sus técnicos quedó perfectamente plasmada la de cada uno de los antagonistas y también que en este deporte, generalmente más emocionante que espectacular, a veces cuenta más la tensión, eso que llaman intensidad, que los números registrados en contratos millonarios injustificados e injustificables. Solo alguien que no estuviera en el multiusos del Camí dels Reis o no viera la televisión podría sorprenderse por la goleada de un candidato al descenso sobre un aspirante a competir en Europa. Pero quizás ahí está la clave porque no se gana con el nombre o la camiseta, sino con sacrificio, entrega, lucha, espíritu y fe. Todo lo que ayer tuvieron Ante Budimir y sus compañeros y les faltó a Dani Parejo y los suyos.