Un fútbol enfermizo
Cargarse el fútbol es difícil, pero están en ello. El problema no radica en su comercialización, lógica y necesaria, sino en su mercantilización, que no es exactamente lo mismo porque la cuarta de las acepciones semánticas del comerciante según el diccionario de la RAE es «dícese de la persona que antepone el dinero y el interés a todo lo demás». Por el contrario el mercantilismo fue una política económica utilizada ya en el siglo XVII que pretendía favorecer la exportación y favorecía la importación con el fin de evitar la salida de los bienes de un país. Es decir, exactamente el camino contrario por el que discurren la Liga de Fútbol Profesional y la Federación Española de Fútbol a quienes, en efecto, solamente mueve el dinero y el interés.
El último ejemplo lo tenemos en el formato de la Supercopa inventado, idear es otra cosa, por Luis Rubiales para dar en los morros de Javier Tebas y su pretensión de llevar partidos de liga fuera de España. Una barbaridad en ambos casos. A los países árabes que, de cara a la galería han permitido la presencia de mujeres en los estadios, han acudido casi un millar de seguidores del Real Madrid y el Barça, pero bastante menos del Atlético y solo 25 del Valencia. ¡Fastuoso!.
Una pantomima para hacer caja a corto plazo a la que no se adivina ningún futuro. Y, peor aun, sobrecarga de partidos y viajes metidos con calzador en medio de un calendario ya de por si espeso para los jugadores e insufrible para el espectador literalmente asediado por la televisión y la tormenta de competiciones con horarios dispares y disparatados que le caen encima. Hasta que la gallina de los huevos de oro se canse de ponerlos.