Un Mallorca sin mallorquines

Que tenga que ser noticia la presencia del presidente del Mallorca en un partido da una idea de hasta dónde se ha pervertido el club. Antonio Asensio Pizarro, que tampoco era mallorquín, al menos mantuvo siempre en su consejo de administración a Guillermo Reynés, que incluso ostentó la representación oficial de la entidad, Vicente Rotger y Joan Buades como cuota mallorquinista en la mesa de juntas. Ahora no hay un solo paisano en este ejecutivo fantasma que se reúne por vídeo conferencia y se pasa por el forro la Ley de Transparencia, sin permitir el más mínimo acceso a sus cuentas aun contrariamente a las normas de la Liga de Fútbol Profesional que, curiosamente, guarda silencio.

Vivimos sin duda la etapa más opaca de la historia del Mallorca. Ni antes de su reconversión en sociedad anónima deportiva se recuerda tal nivel de esmerilado. Una prueba palpable de la inexistente incardinación con la sociedad palmesana en particular e isleña en general. En realidad a la afición, solo atenta a los resultados, le importa un bledo si viene el presidente, el dueño o cualquiera de sus acólitos. Máximo cuando su estrategia de silencio les impide convocar y afrontar una rueda de prensa libre y diáfana sin cuestiones previas ni preguntas anticipadas.

El Mallorca es de ellos, son sus propietarios y ellos deciden su destino sin la menor intervención nativa. Ejercen su pleno derecho. Al resto nos queda poner el sentimiento a su servicio. Así de claro y así de triste.