Una situación límite
La nueva ley del deporte que se está preparando y, dicen, no tardará en salir si supera los oportunos trámites, tampoco nada fácil tal como está hoy día la política española, es urgente y necesaria. Por encima de otras consideraciones debería imponer ya no la igualdad de género, que cae por su evidencia, sino la que prevé las mismas condiciones para los participantes en cualquier competición deportiva.
De entrada debería prohibir la disputa de los campeonatos de liga y Copa de fútbol entre clubs de distinto objetivo social. 4 sociedades sin «ánimo de lucro», se enfrentan en términos de clarísima ventaja a los 38 restantes sin que los equipos que ascienden a la Liga de Fútbol Profesional puedan adoptar una forma igual a la de los privelgiados en cuestión. Si los socios del Real Madrid, el Barça, el Athletic o el Osasuna no desean renunciar a su estatus, es tan fácil como que jueguen entre ellos o en otra liga, pero esta situación exige un freno inmediato y una nueva reglamentación de la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas.
Este sería solo uno de los muchos pasos a dar y que, en otro escalón, tampoco debería hacer distinciones entre el carácter deportivo o no de cualquier sociedad. Desde la reconversión ni uno solo de los clubs ha rendido al punto de cotizar en bolsa, como ocurre en Inglaterra. Su volumen de negocio no lo permite, ni tampoco el de los intocables que siguen perdiendo dinero a costa del que al resto de sus competidores no se les permite gastar o invertir, que no es lo mismo.