Vinicius, cuestión de estado
Abren los informativos de radio y televisión, ya no digamos los programas de deportes, intervienen las instituciones deportivas y los políticos se apresuran a emitir comunicados conjuntos y declaraciones personales, hasta algún jefe de estado, de Brasil evidentemente. Un tubo solo no me basta para alucinar. Ni la sequía, ni el incendio de las Hurdes, la invasión de Ucrania o el cambio climático pueden con Vinicius, sin duda una cuestión de estado. El estado en que se encuentra el Real Madrid, tal vez.
Pero no uno ni dos, cientos de descerebrados seguidores del Valencia, de esos que genéricamente denominamos «ultras» y que desgraciadamente hay en todos los clubs, recibieron a la expedición del Real Madrid en las puertas de Mestalla a gritos de «Eres un mono, Vinicius eres un mono». ¡Irracionales!. ¿Racismo?, no; mala educación, incultura y barbarie, cáncer de las sociedades modernas forjado en lacras sociales, desidia paternal y relajados planes de formación entre los que se hallan los de enseñanza.
En el equipo de Florentino Pérez hay otros seis futbolistas de color además del susodicho. Ninguno tiene ni ha tenido este tipo de problemas. En las plantillas de los 19 equipos restantes de primera división juegan 60 profesionales de distinto color de piel. Salvo casos concretos y puntuales, acentuados por otra fuente de vandalismo verbal como son las redes sociales, no ha habido conflicto alguno.
Y si, es tan urgente e imprescindible combatir el racismo, como impedir usarlo a título de coartada. Hace años presencié en el viejo LLuis Sitjar cómo un espectador airado vociferaba toda clase de improperios contra el árbitro. Agotados todos los insultos que caben en el diccionario y otros impronunciables, el grado de desesperación de aquel buen señor, ya de cierta edad, fue tal que, al borde de un infarto, se encontraba en pié intentando aspirar el suficiente aire para gritar la ofensa definitiva, la cual resonó en todo el estadio: «¡valenciano!». Otra muestra de discriminación.
Al margen del debate que se podría abrir en torno a los insultos en general, empezando por los árbitros, casi todos ellos hijos de puta según ese público al que, no lo olvidemos, solemos llamar «respetable», no hay conflicto cuya provocación caiga de un solo lado. Ni a los aficionados se les debe consentir todo, ni a los futbolistas tampoco. En concreto Vinicius ha salido de rositas de reclamaciones airadas a los colegiados, aplausos irónicos incluidos, cuando no protestas tan llamativas y gestuales como injustas, menosprecio y desprecio a los contrarios, acciones antirreglamentarias aparte y, eso si, si, siempre bajo el manto protector del club más poderoso y sus «influencers».
Todos contra el racismo, por supuesto. Y contra otras cosas, también.