Violencia sin género

Un árbitro puede estar fatal técnicamente, equivocarse en sus decisiones y perjudicar a los dos equipos, pero las quejas siempre se enmarcan a posteriori y en el resultado. Eso es lo que no calculan y a veces ilegitiman sus declaraciones.

Eso es lo que ha nublado el comunicado de Gil Marín, propietario del Atlético, tras las decisiones del señor Soto Grado en el partido de Copa disputado en el Santiago Bernabéu y que desciende a uno de los fondos de la cuestión.

No me guardará de mentir porque desgraciadamente ya falleció, pero Antonio Borrás del Barrio me contaba que el presidente del Comité de Arbitros, José Plaza, nunca le llamaba al ser designado para dirigir un partido cualquiera de primera división, excepto si le habían nombrado para uno del Barça o del Madrid. Y no es que le recomendaran nada en concreto, ni mucho menos le trasladaran algún tipo de instrucción. Solo era una llamada amistosa, de ¿cómo estás? y, antes de cortar y a modo de despedida, «ah me han dicho que el domingo pitas el x-Real Madrid o el y-Barcelona. ¡Suerte!».

Presión. Acierta el gran jefe rojiblanco en el término y sus efectos. Todos los árbitros conocen la atención mediática que se genera cuando juega alguno de los dos grandes. Podrán meter la pata con el Cádiz, el Elche, el Mallorca o el Valladolid, en realidad contra los dieciocho equipos de Primera sin que pase absolutamente nada, salvo si el error perjudica, es un decir, a merengues o culés. Eso lo saben Rubiales, Tebas, Medina Cantalejo y hasta Jiménez Losantos, ¡faltaría más!. Tampoco es nada nuevo.

En vísperas de la visita del campeón a Son Moix, ha salido a la palestra un contencioso rebuscado entre Vinicius, técnicamente maravilloso y profundamente hábil, y Raillo, el capitán del Mallorca que, sin el menor atisbo de empatía o parcialidad por mi parte, ha dado en el clavo. Primero porque no solo él, sino ninguno de nosotros, pondría al joven brasileño como ejemplo de deportividad y, además, porque cuando no tiene razón usa el comodín del racismo, una carta segura, una escalera de color ante cualquier póquer. De todas formas una mala jugada si tenemos en cuenta que el vestuario mallorquinista conviven sin el menor problema Baba, Amath y Kang-in Lee sin ningún problema. Todo lo contrario.