Ya dan asco, la verdad

76 años después de la Segunda Guerra Mundial, tres cuartos de siglo nada menos, las máximas «göbbelianas» se mantienen vigentes incluso para aquellos que tildan de fascistas a quienes no piensan como ellos, incapaces de ver esa viga en sus propios ojos.

Decía Göbbels, jefe de campaña de Hitler, que «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad» y a ello se sigue aplicando medio mundo sin distinción de género, raza, edad o ideología. En aquello que aquí me atañe, el fútbol, las verdades nacidas de otras tantas mentiras ocuparían más páginas que El Quijote.

El Real Madrid y el Barça, ejemplos siempre tan poco ejemplares, ya dan verdadero asco cuando se quejan por rigurosos turnos de los arbitrajes que reciben. Un clásico del derrotado, sea cual sea, dentro de los clásicos. Pero cuando Piqué, en el presente caso, baja al césped para interpelar al colegiado sobre un penalti inexistente o, al cabo de dos días, el mismísimo Koeman se lamenta por una acción inocua, el mensaje cala en la mayor parte de seguidores del Barça y lo que no merecía ningún castigo se ha convertido en pena máxima a base de intentar hacernos ver aquello que no se ve. Y así desde el principio de tal rivalidad, fuera cuando fuere, cansina, desproporcionada y, en muchos casos, nada interesante. De la injusta y absurda expulsión de un jugador del Valladolid en el Nou Camp con 0 a 0 en el marcador y en el minuto 80, ni flores.

En la misma jornada y en Zaragoza, al Almería le anulan un golazo porque el señor del VAR aprecia una uña de un delantero en fuera de juego dos jugadas antes. Pero de eso no se habla. ¿Quién es el Almería?, un club en propiedad de un jeque árabe forrado de pasta. ¿Esto es corregir un error evidente del árbitro que obliga a intervenir al del vídeo, señor presidente Velasco Carballo?.

Acabo de leer un reportaje en el que se analiza la crisis de toda índole, social, deportiva y económica, que aqueja al fútbol español desde el 2019 y créanme, no tiene solución en tanto en cuanto no se acabe la injusticia de tolerar que cuatro sociedades no sigan el formato y las normas de las demás y encima dos de ellas se pasen temporada tras temporada con las herraduras de sus patas sobre el cuello de todos los demás, clubs, instituciones y organismos incluidos.