«A llorar a la llorería»

En previsión de males mayores habría que poner punto final a dos temas: la final de la Copa del Rey y Abdón.

Valverde fue más rápido que Javier Aguirre. Hizo un cambio en el centro del campo justo tras el descanso que le proporcionó una superioridad numérica en esta zona que no había conseguido antes. Por el contrario, el entrenador del Mallorca no pasó al 5-4-1 hasta haber encajado el empate y ante la seria amenaza de que la cosa no se quedara solamente en eso.

Después, los elementos se aliaron en su contra como contra la Armada Invencible en Trafalgar. La defensa cayó agotada o lesionada en pleno, Valjent, Copete y Lato, y no quedó más remedio que sacar defensas en lugar de delanteros. Eso si, ya puestos a reivindicar agravios, el propio Nastasic tenía motivos de más para hacerlo, pero entendió que, siendo mejor en el manejo del balón, sufre más en el juego aéreo.

Llegados a este punto, la polémica ficticia que se está creando en torno a Abdón Prats no es buena para el equipo, ni para él y no solo porque tuviera que salir o no -yo no pondría a Larin si bien no soy quien lo ve entrenar toda la semana-, sino porque los partidos y menos a 90 minutos y una sola carta, no se afrontan con sentimentalismos propios de tertulias de café. Al jugador se le carga de una responsabilidad a presente y futuro que no puede asumir, tanto si es capitán como teniente y comparte vestuario con 24 profesionales que se han ganado quizás no más respeto, pero si al menos el mismo. Y lo mejor de todo es que él lo sabe.

«A llorar, a la llorería» (Javier Aguirre)