Aplausos y pitos

Segundo día de confinamiento. Tranquilidad relativa. He comunicado en mi quiosco que no es necesario que me reserven el Marca, como cada fin de semana. Me cuentan que se ha adelantado la hora del aplauso solidario para el personal sanitario a las ocho de la tarde para que los niños también puedan aplaudir. En mi familia hay un médico y una enfermera trabajadores de un hospital público. Siempre los ha admirado, aunque ahora quizás un poquito más.

El pasado jueves pasé por Carrefur para comprar unas zapatillas de andar por casa. Salí alucinado por el incivismo de mucha gente. Luego tuve que pasar por un Mercadona para algunos artículos que eché en falta y al pasar por la caja me fijé en que la cajera estaba embarazada. Una clienta que me precedía había acudido a la tienda con el bote de céntimos ahorrados con los que pagaba su compra moneda a moneda mientras la cola, aun civilizada, crecía. Admiré la paciencia de la cajera y así se lo hice saber. Me contestó que, por suerte, libraba al día siguiente. Al salir le deseé suerte.

No son solo los sanitarios quienes merecen una ovación social. También las limpiadoras de hospitales, clínicas y consultas, centros de salud y PAC’s. Y los empleados de gasolineras, cajeros y cajeras, reponedores, repartidores de suministros y periódicos, todos los trabajadores que, con o sin ganas, tendrán que acudir a sus puestos de trabajo, quizás alguno evitable. Todos hacen falta.

Sobran quienes en tiempos en donde no faltan recursos, estamos comunicados, disponemos de medios de entretenimiento y contacto holgadamente, no solamente se quejan por tener que permanecer en sus hogares, sino que matan el tiempo distribuyendo por las redes sociales chistes sin gracia sobre algo que no tiene la más mínima. O tal vez es que uno no tiene sentido del humor. De este no, desde luego. Quienes sufran la enfermedad seguro que tampoco se la ven.