Canteras en declive

Aunque la situación económica de la mayoría de clubs profesionales  amenaza quiebra por mucho que la LFP asegure lo contrario y la de los no profesionales también, en general no han reducido gastos tirando de sus equipos filiales. El Mallorca, sin ir más lejos, es un ejemplo vivo de la desatención de su fútbol base (incluso búsqueda inútil en su propia página web), lo que enlaza con el comentario del otro día en relación al valor de sus plantillas cuyo valor y demanda en el mercado nacional e internacional es muy bajo como producto de una política de cara a la galería (nuevas cafeterías, salón social, proyecto de residencia, etc) sin una labor fecunda y contrastada pese a los constantes cambios en su dirección.

Tal vez no sea una excepción. El público muestra más interés en grandes nombres y suele valorar mejor lo desconocido fuera de casa que lo conocido en la propia. Vilajoana, el precandidato a la presidencia del Barça máximo partidario de potenciar la Massía ni siquiera ha reunido las firmas necesarias que le avalen. Y, salvo equipos muy concretos, como el Athlétic, la Real Sociedad y, en menor medida, el Osasuna, el Barça, Sevilla , Valencia o el Villarreal, además de modestos como el Elche o el Celta, un somero repaso a la presencia de futbolistas formados en sus respectivas canteras con presencia en los primeros equipos es muy corta.

Esto en Primera, donde casi todos cuentan con instalaciones más que suficientes y dedicadas a ello. En Segunda el panorama es aun más tétrico. Cuatro clubs no disponen de un solo canterano en nómina. La mayoría se mueven entre uno y dos. Curiosamente el líder, el Espanyol, cuenta con nueve chavales frecuentemente alineados por Vicente Moreno. Le sigue el Zaragoza con ocho, aunque no juegan todos ellos, lo mismo que Las Palmas cuyos niños dieron un soberano repaso a los de Luis García Plaza en la más reciente cita liguera.

Y si, Sastre, Baba y Antonio Sánchez, con Luka y Parera en el banquillo, sostienen izada la bandera de Son Bibiloni hasta que haya que clavar el mástil cabeza abajo tal y como hacen los americanos para pedir ayuda. Y ¡ojo! que no hablamos de nativos, aceptamos como animal de compañía aquellos jóvenes captados en otros lugares, distintas provincias e incluso en el extranjero siempre que sean formados en las ciudades de referencia. De no ser así el paisaje no sería penoso, sino dantesco.