Cómo fichar sin ser millonario
El Barón de Vidal nombró a don Pedro Mus, gerente de sus negocios de electrodomésticos, vicepresidente del Mallorca en funciones de secretario técnico. Aquel hombre negociaba altas y bajas, fichaba lo que podía de acuerdo o no con el entrenador de turno. Entonces había poca televisión, no existía el vídeo y aun tardaría en llegar la tecnología digital así que sobre su mesa, en un despacho del viejo Lluis Sitjar, desplegaba un papel cuadriculado de buenas proporciones en el que anotaba los nombres de futbolistas de otros equipos y, jornada tras jornada, anotaba junto a cada uno de ellos, la calificación otorgada en las crónicas del diario Marca, del 0 al 3. A final de temporada la media de aquella suma determinaba el interés de la contratación. Naturalmente aquello tenía sus riesgos porque, entre otras cosas, no contemplaba la probable parcialidad del calificador. Así recaló en Palma un extremo del Ferrol, Unzueta, que obtenía la puntuación máxima en cada partido y en el Mallorca duró los nueve meses de la competición. Acertó, sin duda, en otras gestiones como cualquier otro en su lugar.
No crean que, en el fondo, las cosas han cambiado tanto. Casi nadie lee las crónicas más allá del titular y la ficha técnica y los directores deportivos trabajan con los medios puestos a su disposición que ya no son de papel, sino de grabaciones en disco, lápiz usb y demás artilugios. La mayoría organizan un equipo de «scouters», observadores hablando en plata, que emiten informes sobre los futbolistas objeto de seguimiento. Difícilmente en Son Moix habrá otro como el que tuvo Nando Pons con Gustavo Siviero, Navarrete, Magaña, Enique Magdaleno, etc, etc. Nostalgia a un lado, los agentes recurren con frecuencia al suministro de las mejores imágenes de jugadas y goles, si los hay, de sus representados. Las pifias, los fallos o las sustituciones no figuran en dossier alguno, ni el grado de disciplina o vida personal, tampoco. No entraremos en el capítulo económico por la influencia del límite salarial obligatorio o voluntario, ni la incidencia de las comisiones que, como las meigas, no se ven pero haberlas, haylas.
No tiene ningún mérito fichar a Mbappe. Eso lo hace cualquiera con dinero. El éxito de quien ficha en el Real Madrid se plasma en la formación de Vinicius, Brahim, Rodrigo, Arda Güler y otros prácticamente ignorados no solamente por el público, sino por el resto de competidores. Y esto no va de papel, ni de vídeos, sino de horas de trabajo con representantes o, seguramente, sin ellos. Valga como ejemplo.
En cierta ocasión Miguel Contestí encargó al cuerpo técnico comandado por Serra Ferrer un informe sobre un jugador del Rayo Vallecano, aprovechando que el mismo día el Mallorca disputaba un encuentro de liga en el antiguo Butarque, el campo del Leganés. Los entrenadores no contaban con una docena de auxiliares, cual se estila ahora, así que hubo que tirar de un enorme sabio, Juan Carlos Forneris, quien descargó su labor como cuidador de material para desplazarse a Vallecas. Ya por la tarde, Llorenç solicitó a Joancho su opinión sobre el observado. «No sirve», le respondió. No había forma de extraer una explicación más amplia hasta que el de Sa Pobla esgrimió la necesidad de datos suficientes para entregar al presidente una cuartilla por escrito. El argentino, tan tranquilo y seguro de si mismo como siempre fue, tiró de lógica elemental: «Lorenzo, ¿para qué vamos a escribir, si no sirve?».
De tal fábula saquen su propia moraleja.