De espaldas al mallorquinismo
Tal y como ya escribí en su momento, el espectáculo de una go go, término calificativo pero en ningún caso ofensivo ni denigrante, en el restaurante recién inaugurado en lo alto del fondo norte de Son Moix, me parece una manera de desaprovechar la oportunidad y una falta de sensibilidad e imaginación por parte de los ejecutivos y accionistas del club para usar dicho espacio en algo más que el ingreso de un alquiler, realquiler en este caso, dado que la titularidad del estadio sigue siendo municipal aunque desde Cort nadie haya levantado la voz.
Johny Moloney es un irlandés que lleva 24 años residiendo en la Isla, acérrimo seguidor del Mallorca incluso en algún desplazamiento, y profundo conocedor de le Premier League y la filosofía y ejercicio de sus tradiciones como el Boxing Day navideño o, en este caso, las localidades Hospitality que precisamente permiten el acceso a las instalaciones de ocio o gastronómicas existentes en los recintos deportivos.
Cuenta el ejemplo del Liverpool, implantado en otros clubs, en cuyo restaurante de Anfield Road también se sirven comidas y bebidas alcohólicas o no. Estas últimas, desde luego, no se pueden sacar a la grada, a la que los presentes, nunca del equipo visitante, acceden antes, en el intermedio y al final de cada partido. No contratan a bailarinas para amenizar un tiempo de ocio que se supone cubre el fútbol en si mismo, pero si a antiguos futbolistas «rojos» que comparten estos minutos con los aficionados allí reunidos para hablar de su club, su equipo, lo que vivieron, viven y opinan sobre lo que ven.
Creo que cualquier mallorquinista, igual que el propio Moloney, agradecerían compartir almuerzo o cena o un café, con directivos, técnicos y jugadores que forman parte de la historia de la centenaria sociedad. Mallorquines o residentes. La lista es larga y no hace falta escribirla, pues pervive en la memoria de todos. Lo demás, música y danza aparte, resulta sencillamente más intrascendente que presuntuoso.