De Wimbledon a Berlín
Antes de disputar una final Cruyff decía: «Ya habéis llegado hasta aquí, ahora salid y disfrutad». Luis Aragonés afirmaba que están para ganar, ganar y ganar. Héctor Cúper las perdía todas, sin embargo ganó una Supercopa con el Mallorca. Hoy es domingo de finales, Alcaraz contra Djokovic a mediodía y España-Inglaterra por la noche.
Alemanes e incluso bastantes escoceses se inclinan por los españoles. Magaluf respira y suspira por los británicos. En el palco el Rey, el Príncipe, el presidente del Gobierno y el de la Federación. Empatías cruzadas; simpatías aparte.
Luis de la Fuente fue un jugador mediocre, pero en el banquillo ya ha conquistado trofeos de menores. Suele ocurrir. Al revés, raramente. Ignoro por qué, ni se me ocurre. Southgate no es profeta en su tierra, como casi nadie, pero si gana su Selección se verá como el almirante Nelson. Y puede ocurrir esto y lo contrario. El fútbol solo reconoce al Madrid y el Barça entre los Pirineos y Gibraltar, fuera ya ni siquiera a Brasil.
En la calle, la pregunta de siempre: ¿qué hará la Selección española?. Jugará, eso seguro. La ley no regía en la arena de los circos de Roma; la justicia en el terreno de juego, tampoco. Si acaso los merecimientos coronan al vencedor, aunque no siempre. En la presente Eurocopa «la Roja» ha superado el juego del resto de participantes, incluido el otro finalista. La voz de Matías Prats, el viejo, resuena al eco de aquella «pérfida Albion» en blanco y negro y en el No-do. Este domingo 14 de julio, España puede ganar en Inglaterra y a Inglaterra. No siempre uno puede clavar su bandera en territorio comanche.