Debate equivocado

Los sentimientos forman parte del patrimonio personal, nadie se puede considerar dueño de los mismos cuando son compartidos en mayor o menor medida con más individuos. Generalmente no se manifiestas en público, puesto que pertenecen a la intimidad de cada uno. Hacer lo contrario conduce a la sospecha de aquel refrán que recuerda “dime de qué presumes y te diré de qué careces”.
Pero lo que aquí se trata de demostrar no es eso, sino la manera en que cada uno responde de ello ante si mismo y los demás. ¿Eran los miembros de la resistencia francesa durante la ocupación de Alemania en la Segunda Guerra Mundial más patriotas que aquellos que se mantenían en silencio o incluso los que se convirtieron en colaboracionistas?. Puede que más valientes, más inconscientes. No podemos juzgar, pero seguro que todos compartían su amor por su país, expresado de una manera o de otra. La pregunta es: ¿podía alguien expresar su dolor por la represión, mientras espiaba para las SS?. Está claro que no.
Estos días se ha publicado en las redes sociales el pesar de un mallorquinista por el despido de dos miembros del cuerpo técnico del fútbol base. Y lo que se pone en duda no es su mallorquinismo, terreno al que ha querido llevar el debate, sino el dolor de su corazón por la suerte de sus compañeros al tiempo que sigue prestando servicio a quienes la han causado y decidido. ¿Es esto coherente?. Rotundamente, no. Mucho más ético el gesto del último presidente florero quien, en desacuerdo con la gestión ejecutiva y de manera congruente, optó por abandonar el cargo con el menor ruido posible.
Esto y no otra cosa es lo que se plantea, aunque el periodista siempre sea blanco fácil y preferido por los indocumentados.