El fútbol al revés
El fútbol se organiza al margen de su realidad. Las federaciones tanto domésticas como internacionales no tienen más razón de ser que la de controlar los distintos elementos de su monumental negocio. Se atribuyen el poder de montar las competiciones, labor que puede hacer cualquiera que sepa leer y conozca las cuatro operaciones matemáticas básicas y de visar las licencias de los futbolistas, que no necesitan más autorización que la de un médico y la habilitación de un club que le pague.
El actual presidente de la Federación Balear fue sincero al afirmar en una entrevista durante el período electoral, que «los clubs son nuestros clientes». Un lapsus evitable, los clubs constituyen la institución que preside, no son sus clientes, sino sus dueños. Y los jugadores, con ficha profesional, amateur o la que sea, son empleados, trabajadores de oro, de lujo o tuerce botas, pero personas que, como defiende Lass Diarra , deberían tener los mismos derechos y deberes que cualquier otro individuo contratado por cuenta ajena. No esclavos de organizaciones que les obligan a competir cómo, dónde y cuándo quieran, sin consultar su mínima opinión. Convidados de piedra a una mesa en la que no les dejan sentarse, ocupara por personajes que utilizan sus servicios (selecciones) con cargo a sus patronos
No me olvido de los árbitros ni de los aficionados. Los primeros igualmente atados no a un estamento independiente, sino jueces de unas reglas que ponen otros a su capricho y sujetos a una ordenanza estricta y casi militar. Los seguidores, por su parte, la coacción que sirve para mantener el pastel. Los hay que defienden los colores patrios y aquellos que se identifican con los de su tierra, región o ciudad. Tenemos ese ejemplo latente: el comunicado del Mallorca en su litigio contra los inquilinos del restaurante Presuntuoso, en el que asegura velar por los intereses de sus abonados. ¿De verdad hay un solo espectador al que le preocupe lo que haga el CEO, Díaz, con contratos privados que exceden el interés de un mallorquinista?. El espectáculo, señores, en el campo, no en una discoteca, bar o lo que sea.