El fútbol, en guerra

No es igual la guerra del fútbol que el fútbol en guerra porque las lides deberían dirimirse en el terreno de juego y no en los despachos de dirigentes y ejecutivos cuyos salarios exceden los que sus presupuestos pueden soportar, aparte los de los futbolistas.

Pero así estamos. A un lado se alinean el presidente de la Liga de Fútbol Profesional con un ejército básicamente integrado por los clubs modestos, enfrente se ha posicionado Florentino Pérez, Joan Laporta y un tercer, inesperado, oportunista y no invitado, Luis Rubiales, presidente de la Federación Española. Los enemigos de mis enemigos son mis amigos.

Las armas se esconden tras el llamado «Impulso» a la Liga que proporcionaría liquidez a los clubs a cambio de una larga hipoteca de cuatro décadas, pero el caballo de batalla es la cruzada iniciada por el amo y señor del Real Madrid en pro de una Superliga que desprecia y denigra a los más débiles. En realidad la Asamblea que preside Javier Tebas debe decidir en «Guatemala» y Guatepeor».

No sé si la guerra será larga, como la de las Dos Rosas que libraron los York y los Lancaster por el trono de Gran Bretaña, pero si parece claro que trascenderá el verde del césped hacia el parquet de madera de los Tribunales. Pero si es cierto que no ha empezado ahora porque las larvas que han eclosionado en gusanos, aovaron desde hace tiempo. Empezaron con la ilógica competencia entre clubs obligatoriamente reconvertidos en sociedades anónimas y otros que no, continuaron a través del desigual reparto de los derechos audiovisuales, el horario de los partidos y la permanente inhibición del Consejo Superior de Deportes en conflictos en los que no podía intervenir y en otros en los que debió hacerlo.

Es mala política la de intentar resolver fuera de casa, problemas internos. Tanto el Barça como el Madrid han dilapidado sus ingresos. ¿Qué pasa ahora con las faraónicas e innecesarias obras del Bernabéu o con el crédito de Goldman Sachs al Barça?.

Y si, la Ligas Santander y Smart Bank, otrora llamadas «de las Estrellas», han perdido valor. La vergüenza se les cayó mucho antes.