El regalo de Son Moix

Cuando cualquiera de ustedes tome asiento en el estadio de Son Moix a ver un partido del Mallorca o, por un casual, un concierto de Joaquín Sabina o Daniela Blasco, aspirante mallorquina a representar a RTVE en el Festival de Eurovisión, sepa que, tanto si es abonado del club como si no, estampará sus posaderas sobre una silla que, además de usted, hemos pagado todos los palmesanos, incluidos los más acérrrimos seguidores del Atlético Baleares. Aunque no es menos cierto que los mallorquinistas han sufragado cada una de las briznas del cesped del Estadio Balear, algo más baratas por otra parte.

El consistorio palmesano ha pagado 1.864.161 «euracos» por la sustitución de 17.000 de los taburetes instalados en las gradas, no obstante lo cual si le han asignado alguno de los 3.000 no subvencionados ningún «ferreret» podrá echárselo en cara. Al menos por tal concepto. Otra cosa es que si las instalaciones sufren un atentado terrorista, se caen de viejas o les cae un rayo, no vallecano, entre otras cosas, también se lo cargarán en los impuestos municipales obligatorios en vigor. Por ahora en torno a medio milloncete más.

Este compromiso lo firmaron en el año 1997 el entonces alcalde Joan Fageda y el presidente del club, que no dueño, Bartolomé Beltrán, que en Gloria esté. En virtud del contrato suscrito nos tocará rascarnos el bolsillo no hasta el año 2037, como se preveía en un principio, sino hasta el 2062, siempre y cuando hayamos empezado a contar aquellos días y no a partir de la feliz clausura, lo infeliz fue la apertura, del bodrio aquel de la Universiada.

¿Quién iba a pensar entonces que acabaríamos haciendo un favor a unos ricos inversores americanos que han venido aquí a hacer negocio con unas acciones cuyo valor cotiza mediante la explotación de un espectáculo, deportivo, musical o sector servicios, representado, ejecutado en un complejo de titularidad pública o, lo que es lo mismo, que perteneció a nuestros padres y seguirán pagando nuestros hijos y nietos?. Igual nos convendría haber otorgado al Presuntuoso licencia para lo que les diera la gana o, ya puestos, que el café con leche en el Sports Bar sea gratuito presentando la tarjeta ciudadana que, a este paso, nos cobran hasta las cerchas.