En honor a la verdad

Viene de lejos. En la temporada 1989-90 el Real Madrid tenía que jugar contra el Mallorca, Toshak en un banquillo y Serra Ferrer en el otro. Durante la semana el galés soltó la perla: «El Mallorca siempre juega al límite del reglamento». Ahora le llaman acoso a Vinicius, pero es lo mismo, presionar al árbitro para que recuerde quiénes son los buenos y quiénes los malos. Que se lo pregunten a Paco Bonet, que jugó en los dos bandos, y sentados cenando en una mesa del BOP`S, frente al Eurobuilding muy cerca del Santiago Bernabéu, me lo aclaró hace años con Javier Oleaga como testigo: «con la camiseta del Madrid no me pitaban las faltas en contra que sí me pitaban con la del Mallorca». Si, viene de lejos.

El uso torticero de los datos abona la estrategia. 29 faltas señaladas por Hernández Hernández el domingo pasado contra los bermellones. Cierto, ¿pero lo fueron todas?, ¿no se equivocó en ninguna de ellas?, ¿o solo lo hizo al pitar la mitad de ellas contra el campeón?. Ah si, debieron expulsar a Maffeo por gesticular ante su oponente usando el mimo de los llorones, pero no al brasileño por sacar la lengua. A Raillo por mostrarle el escudo de su equipo para dárselo a besar, pero no al madridista por escupírle el suyo al público en el descanso. Ni por sacar la lengua en el lance de la primera vuelta , llamar malos a sus marcadores y calificarlos de jugadores de segunda división. Ni imágenes, ni audio.

La guerra que José María García declaró en su pleno apogeo al fanatismo y la corrupción mediáticos, mantuvo a raya a paniaguados, como le gusta calificar a él. Pero ahora la verdad no impide que en Madrid haya más lectores de prensa y oyentes de radio y espectadores de televisión. Cuestión de tamaño. Vinicius es un excelente futbolista, al que Florentino le ríe las gracias y Ancelotti las alienta por cuenta que le trae. Pero en su pecado hallan la propia penitencia, pues lo esencial es ocultar el penoso encuentro que la escuadra del italiano cuajó en Palma mucho más perjudicial para ellos que todos los arbitrajes siempre cuidadosos que reciben. Y en este sentido, Gil Marín tenía razón por poco que, en idénticas esferas, no gustara su comunicado después de perder en la Copa.