Envidia sana

Ha costado mucho, años al parecer, pero Aragón ya tiene en vigor su propia Ley del Deporte. Aquí, en nuestra Comunidad, los sucesivos responsables políticos del área de deportes, ya sea del Govern, el Consell o, en su caso, l’Ajuntament de Palma, se complacen en asistir entregar algunas placas, pequeños trofeos y largar algún discurso en actos programados para justificar su inexistente actividad.

El Gobierno aragonés ha ido más lejos en otra cuestión y, si no me equivoco, ha sido el primero en prohibir dentro de su ámbito regional la publicidad de apuestas deportivas por cualquier medio de comunicación o difusión. Una medida ante la que en clave estatal, el presidente Sánchez y sus colaboradores pasan de puntillas mientras siguen generando cortinas de humo con asuntos que, incluso más graves, importan verdaderamente a la ciudadanía. Del mismo equipo de la «exhumación de los restos de Franco» o «el Mundial 2030 entre España, Portugal y Marruecos, se estrena ahora «la inviolabilidad de la Monarquía».

Las apuestas crean adicción, pervierten el sentido del ahorro y del equilibrio económico de los jóvenes y propician el amaño de las competiciones deportivas en cualquiera de sus especialidades. Si se prohíbe la publicidad del alcohol, por razones parecidas es preciso regular la de las apuestas, cuyos anuncios, hay que reconocerlo, salvan las cuentas de explotación de ciertas emisoras de televisión, prensa, radio y medios digitales. A un precio, eso si, muy peligroso.

Aragón nos provoca una sana envidia.