Estrellas y estrellados
No hay trabajador en el mundo más mimado que un futbolista, pero si ya nos vamos a la categoría de «crack» la displicencia se transforma en verdadera idolatría. Se les perdona todo, desde fallar un penalti a encararse con el árbitro, insultar al contrario o despreciar a los medios y al público. Tanto es así que la última falacia consiste en que cuando fracasan en un Mundial, casos de Messi y Cristiano, es porque los jugadores que les secundan en sus respectivas soluciones son unos «tuercebotas».
Caer en esta trampa, amparada en determinados y no pocos comentarios, se me antoja una absoluta falta de respeto hacia el colectivo que compone un equipo de fútbol. Ni Etoo, Luis Suárez o el mismísimo Messi habrían sido nada sin los pases de Xavi o Iniesta, tampoco Cristiano sin el amparo de Modric, Isco, Kroos o los espacios abiertos por Benzema. Me niego, en fin, a admitir que jugadores como Banega, Di María o el Kun Agüero sean una pandilla de mandolinas o que William Carballo, Joao Mario, Guedes o Quaresma integren una orquesta de guitarras.
Cada individuo se gana la mitad de lo que tiene y la otra es lo que se merece, sea bueno o malo.Las bulas nunca fueron gratuitas y mucho menos para los pobres. Sobre todo porque, además, las conductas de ciertos famosos fuera del terreno de juego no solo no constituyen ejemplo alguno, sino que dejan mucho que desear. Maradona, sin ir más lejos.