Futbol de ca nostra
Ya no se ven niños jugando al fútbol en la calle como ocurría en nuestros años mozos. Tampoco es lo más recomendable entre tanto patinete suelto. Pero la mejoría y número de instalaciones públicas, de centros de enseñanza y los propios clubs no parece haber redundado en un incremento cualitativo reñido con la mayor inscripción de licencias.
A las ocho de la tarde de este domingo la página web del Mallorca no registraba ni una sola nota de la victoria del filial sobre el Poblense, que le permitirá disputar el último peldaño de la fase de ascenso a Tercera División, por mucho que ahora se llama Segunda RFEF, máximo exponente ahora mismo del fútbol, digamos modesto, balear representado por el modélico Andratx y el recién descendido y menos ejemplar, Atlético Baleares. Una prueba fehaciente de lo que interesan en las oficinas de Son Moix las secciones inferiores.
No nos olvidamos de la S.D. Ibiza que se ha dado un garbeo por la Tercera RFEF que, por la misma regla, no pasa de ser la antigua Regional Preferente. La categoría no está en el título, sino en el nivel hallado sobre el terreno de juego casi siempre de césped artificial para gozo del ex jugador del Barça Joaquín Rifé y algún que otro dirigente federativo insular en retirada.
El otro Ibiza, la Unión Deportiva de Amadeo Salvo, sigue estrellado después de su efímero paso por la Segunda División. La ambición tiene poco recorrido si no se sostiene ajena a los egos y sobre una base sólida apartada de ideas unipersonales.
La clientela de la Federación de Fútbol de les Illes Balears, según referencia a los clubs de su secretario Jordi Horrach, no destaca por sus resultados hasta el punto de obligarnos a preguntar para qué ha servido tanto gasto salvo para que en el Cami dels Reis de Palma reinen unos americanos, en la Via de Cintura un alemán, en Eivissa un valenciano y en Menorca, nadie.