Fútbol es fútbol
Ahora que el periodismo se ha restringido a copiar las notas facilitadas por los gabinetes de comunicación, asistir a ruedas de prensa sin preguntas o convertir en propias informaciones publicadas en las redes sociales, no perdamos de vista el intento desesperado de ofrecer espectáculo mediático en sustitución del que apenas se da sobre el terreno de juego. Hemos disfrutado más con tres partidos del Roland Garros de tenis, que con todo el campeonato de liga de primera división.
Hace unos años que, a imitación ciertos tabloides británicos, la contraportada del diario AS mostraba sugerentes posados de bellísimas modelos. Las bellezas que se exhiben por doquier en Internet hace innecesaria toda exhibición impresa. De ahí que los diarios deportivos, tanto en sus ediciones digitales como en papel, insertan entre sus no noticias, llamadas de atención sobre el último escándalo, es un decir, de First Days, las ocurrencias de Pablo Motos «pasándose de la raya» o los bikinis lucidos por las esposas, novias o amigas de los futbolistas cuanto más famosos mejor.
Los propios jugadores y entrenadores se han quejado, con toda la razón, de las imágenes que les obligan a ceder a la televisión y permiten a sus cámaras entrar en los vestuarios para enfocar cómo se ponen la camiseta, las botas o la merienda que les ponen. La verdad, ni interesa ni aporta absolutamente nada. Claro que las entrevistas sobre el césped a comentaristas, técnicos y directivos, adscritas a las exigentes instrucciones de la Liga de Fútbol Profesional en la materia, invitan a apagar el televisor hasta el comienzo del encuentro en cuestión.
No entiendo un negocio cuyo producto precise de otro ajeno a su actividad para alcanzar sus objetivos de venta. No comparto que un banco tenga que sortear o vender sartenes, ni que un periódico regale gafas de sol adquiridas en el rastro, gorras, bufandas o pareos. Una evidente fórmula para depreciar su propio trabajo. El fútbol parece que está llegando a eso como contraste a los millones que genera por si mismo en un amplio círculo, eso si, cerrado del que ni las productoras u operadoras audiovisuales forman parte.
Ya recordó Cruyff que el dinero hay que ponerlo en el terreno de juego; el espectáculo, también.