Honestos, pero mezquinos

De bien nacidos es ser agradecidos, por eso Pep Sansó, presidente de la Federación de Fútbol de les Illes Balears, no pierde ripio ni tiempo para apoyar todo lo que salga de la Española, la de Luis Rubiales no la marca de aceitunas rellenas. 100.000 euros anuales de salario y un enchufe en Las Rozas bien vale una adhesión que, total, tampoco cuesta nada.

Esta vez ha sido oportuna, ya que el jefe pasa por el Palma Arena con motivo de la fase final de la Champions de Fútbol Sala, a propósito del enésimo comunicado del Comité Nacional de Arbitros que aprovecha la lógica repulsión a las agresiones que sufren sus jóvenes aspirantes en categorías formativas y regionales, para reivindicar la honestidad de sus elitistas colegas internacionales, de primera y segunda división. De su capacidad ya hablaremos otro día y de las puntuaciones, criterios, ascensos, descensos y demás familia, también.

Un recurso abyecto el de victimizarse en la piel de quienes arbitran en campos de frágiles infraestructuras, sin asistentes de línea, sin protección de ninguna clase e incluso sin fuerza pública, frente a las comodidades y exigencias, emolumentos aparte, de los que pretenden llamar la atención sobre las penurias de los principiantes que nada tiene que ver con las suyas. Si quieren en otra ocasión hablamos de las actitudes de padres, madres, tíos y abuelos con respecto no a los árbitros, sino incluso a los profesores, preparadores y formadores de sus vástagos con ínfulas de «maradonas» en ciernes. Pero no he visto ningún comunicado de colegio alguno de entrenadores.

A Sansó no se le ha ocurrido, pero lo pensará seguro. Tal vez espera a que Rubiales emita el «hágase».