La cara, A o B, de Florentino
Si en plena gloria del Gran Imperio Romano se decía que todos los caminos conducían a Roma, todos los vericuetos del caso Lopetegui señalan a Florentino Pérez, sin que ello signifique el menor atenuante para el ya ex seleccionador.
El Real Madrid no tenía la menor necesidad de publicar ayer el comunicado del acuerdo. Si traicionó al que va a ser su entrenador, este debería haber roto de inmediato el compromiso. Si, como apuntan algunos medios, el presidente del club y el de la Federación habían pactado previamente la operación, a Luis Rubiales le dejan por mentiroso, más grave aun. Mal comienzo.
Igual que la de Maxim Huerta, el ministro de cultura más breve de la historia de España, la dimisión hubiera sido más propia que la destitución, justa y cantada. Da exactamente igual quien ocupe el banquillo de la Selección Española. Hay cosas que son inadmisibles y esta es una de ellas. Pero creo que las evidencias son más que suficientes y apuntan al alarde de poder, prepotencia y desahogo del dueño del «Pitina» que amarraba, no sé si aun lo hace, en Puerto Portals. Ha sido una forma de menospreciar a la Federación Española de Fútbol, a los futbolistas seleccionados, una maniobra grosera para dejar claro que el famoso palco de la basílica madridista está por encima de modos, formas y, por supuesto, fondos. A la nota emitida ayer solo le faltaba añadir junto a la firma un «porque me da la gana».