La guerra de los horarios
La discusión sobre los horarios de los partidos de primera y segunda división entre la Federación Española de Fútbol y la Liga de Fútbol Profesional solo es una pequeña parte del escenario en que se desarrolla la guerra de Luis Rubiales y Javier Tebas por una cuestión tan elemental como histórica: dinero. Pero la greña, a veces tan infantil que invade lo personal, tiene un trasfondo insoslayable pues es la guerra de los aficionados de a pie contra los televidentes. Los espectadores que compran sus asientos de tribuna con precios que en la peor de las localidades supone un gasto de algo más de cien euros anuales no se abonan para ocupar sus asientos en noches muchas veces inclementes del viernes o el lunes, pero la patronal y los clubs, únicamente pendientes de sus ingresos al amparo de sentimientos ajenos, permanecen impasibles sino indiferentes al clamor de sus seguidores y atentos al pago por visión que resulta menos oneroso para quienes se suscriben, además de más confortable.
A partir de aquí entramos en el terreno de las incoherencias. No tiene ningún sentido que la LFP primero eche al público de los estadios y luego exija a sus afiliados que llenen las gradas de lo que se llama la U televisiva, es decir las tres que alcanza el tiro de cámara. Más allá de la incongruencia ambas partes parecen olvidar que, ya sea en vivo o en casa, el cliente es el mismo: los amantes del balompié o los abonados de cada equipo. Y un día se cansarán de tanta trifulca insensata y de tanto empacho catódico.
Conviene que los informadores del medio que sea, no confundan a la gente más de lo que ya lo está. La juez de Competición que ha determinado que las tres primeras jornadas se jueguen en sábado y domingo es arte y parte. Depende de la Federación. La Liga ya ha recurrido tal determinación y si el día 7 de agosto los tribunales toman una medida cautelar, el Mallorca seguirá jugando el lúnes a las 21 horas. Y eso, salvo sorpresa, parece lo más lógico si consideramos la premura de tiempo. Es sin sopesar que tras la tormenta los combatientes acaban dedicándose besos y abrazos. No parece probable ni siquiera posible, pero tampoco pintaba que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias rompieran peras con independencia de que antes del 23 de septiembre también se casen.