La importancia de lo inesperado

Ganar al Atlético de Madrid en su salsa, el Wanda Metropolitano, da prestigio además de los tres puntos cuya importancia viene dada por lo inesperado. Aunque lo nieguen todos los entrenadores hacen sus cálculos calendario en mano y prevén los partidos en los que, lucha aparte, es normal perder y aquellos en los que, de acuerdo con sus objetivos, es preciso ganar. Unas cábalas que no conculcan la motivación de salir a tope cada jornada porque tal y como recordaba frecuentemente Héctor Cúper, los puntos tienen el mismo valor los disputes al Real Madrid o al colista.

La victoria del Mallorca en feudo colchonero llegó no solo en un momento psicológicamente necesario, tras mes y medio sin ganar, sino que de refrendarse el próximo viernes frente al Celta de Vigo en Son Moix, garantizaría una puntuación más que interesante pensando en el único objetivo posible: el de la permanencia. Seguramente nadie contaba con el triunfo del sábado, ni sus protagonistas, pero eso es precisamente lo que otorga confianza al grupo y optimismo en el entorno más allá de que los objetivos de este recorrido final de la primera vuelta fueran vencer a los gallegos y al Granada. Ahora, visto lo visto de unos y de otros, hasta desafiar al Barça parece posible.

Pero hay que aprender una vez más de la historia. En la temporada 2010-11 el equipo de Laudrup llegó al ecuador del campeonato con 27 puntos que auguraban cuanto menos una campaña tranquila. Nada de eso. En toda la segunda fase solo sumó 17 y se salvó por los pelos. Sea como fuere y de regreso a la actualidad, nadie le va a quitar la puntuación obtenida ni tampoco lo «bailao». No se ha completado la mitad del trabajo, pero casi.