La jauja del Mundial

Mallorca no solo es un paraíso para los turistas, la mayoría de ellos quiero decir, también lo es para los residentes que sabemos reconocerlo y para los futbolistas, si bien estos viven de cine en otras autonomías y ciudades españolas.

Al contrario de lo que ocurre en las grandes ligas europeas, y otras no tan grandes, esto de ir a entrenar a las diez de la mañana hasta las doce y el resto del día libre, causa la envidia de quienes viven en Inglaterra, Italia, Holanda y ligas menores de bastantes países del Este. En ellos la convivencia diaria del grupo que incluye desayuno en grupo, charlas técnicas, preparación física y con balón, almuerzo, descanso y último contacto, un «de nueve a cinco» o»nine to five» en toda regla, es obligatoria para toda la plantilla y el cuerpo técnico. Una manera no solo de entrenar, sino de unir al colectivo, cuidar su alimentación y su permanente estado físico.

Dejando de lado lo que por aquellos lares hagan durante el infame paréntesis de este Mundial impresentable, los equipos españoles, entre ellos el Mallorca, han optado por conceder vacaciones al personal. Cobrando, se supone. Después dirán que no, que no son privilegiados. Unos como el Atletico de Madrid han citado a sus hombres para el 28 de noviembre y Simeone ha diseñado una mini pretemporada  antes de la cita copera del 23 de diciembre y de la liga el 31. No sé lo que ha decidido Javier Aguirre, que al parecer verá Quatar por televisión desde México, pero conceder más de dos semanas de descanso, y hablo en general, a los futbolistas se me antoja una exageración impropia en su forma y fondo.

Ni en plena pandemia las empresas pagaron a sus trabajadores para no trabajar. Surgió la fórmula del teletrabajo, parcialmente prolongada más adelante, pero nadie dejó de currar por la cara bonita. Más cuando esta profesión exige unas determinadas condiciones. Claro que a lo mejor el exagerado soy yo.