La mítica fecha del 30 de junio

No hace tanto que las temporadas de fútbol bajaban el telón el 30 de junio. El Mallorca, recuerden, ganó la Copa del Rey el 28 de este mismo mes hace 21 años. Pero el alocado, exigente e inhumano calendario impuesto por la FIFA con la complicidad de sus federaciones asociadas hace que cobre vida el comienzo de aquella canción de M-Clan, «Miedo»: «para empezar diré que es el final». Solo que al revés, para terminar digamos que es el principio.

La representación ahora acaba en mayo y arranca en agosto. No hay torneo veraniego que resista ni se precie. Ni los ejecutivos de Son Moix encuentran contrincante para una verbena estival con la que dar a conocer las nuevas caras y recordar a las viejas. El Teresa Herrera en A Coruña y el Ramón de Carranza en Cádiz pugnan por no entrar definitivamente en el baúl de los recuerdos.

Cuando la mayoría del personal inicia o se encuentra de vacaciones, los futbolistas echan el cerrojo a las suyas. A buen precio, todo hay que decirlo. Son Bibiloni se prepara para abrir las mismas puertas que cerraba apenas hace una semana. Dentro de siete días la primera plantilla está llamada a filas para pasar las pruebas médicas, como en aquella mili en la que rezábamos para que nos encontraran los pies planos o una extraña enfermedad no identificable con la que burlar el sorteo de los mozos. No es el caso.

Ahora se abre el curso sin haber entregado las notas del anterior. El director de fútbol del Mallorca, Pablo Ortells, aun no ha decidido qué hacer con Nastasic, ni con Van der Heyden, ni con alguno de los tres porteros o a qué lateral fichar y cuánto se puede gastar o invertir, que no es lo mismo. Muchos deberes por hacer y parte de su responsabilidad descargada en el entrenador, cuyo cuerpo técnico es lo único por estrenar. Por fortuna o desgracia, hay tiempo hasta septiembre para cualquier operación. Una aberración como la de cambiar de colegio en pleno curso y amistades conjuradas. Claro que estos si que clausuran en junio y no regresan hasta septiembre. Por algo están plagados de maestros.