La salsa rosa del fútbol

Javier Irureta, jugador primero y luego entrenador de largo currículum, se refirió hace años a ciertos chismes como la «salsa rosa» del fútbol. Eran tiempos de desplantes de algunos de sus jugadores que ocupaban más tiempo en las ruedas de prensa que el análisis del propio partido. Lejos de desaparecer, la crónica social en torno a los futbolistas, entrenadores y clubs se ha incrementado de tal forma que bien podemos hablar de su total implantación como parte del negocio y el marketing que, no lo olvidemos, precisa de la publicidad que los medios brindan gratuitamente.

Cuando solo faltan veinte días para que la liga levante el telón, uno menos o más en función de la fecha que los tribunales de justicia determinen para el partido del Mallorca, la noticia no es la de los fichajes que no llegan, el seguimientos de las impresiones causadas por los que se han estrenado o la lista de Vicente Moreno para le fase andaluza de la pretemporada. No, lo trascedental es la presentación de las nuevas camisetas. Sin comentarios porque para gustos, los colores. La moda impuesta por el «fútbol moderno» para vender más prendas que localidades.

En el otro lado de la Vía de Cintura la colocación de los tepes de césped natural con el que, mediante subvención municipal, se dotará el aderezado Estadio Balear. A eso no se le llama renovación, reforma ni remodelación. Dejémoslo en arreglo. Una contribución generosa de los palmesanos que en lugar de esperar mejoras en las calles, iluminación en las oscuras, mayor seguridad vial y ciudadana, y demás actuaciones que faciliten una vida más cómoda, babean con el curso para explicar los peligros del fascismo que igual a algún iluminado se le ocurre impartir en Sa Faixina.