Los aficionados facturan

Nada es de ese color rosa Barbie con el que pinta Alfonso Diaz, ni todo el oro que  se vende es macizo sino chapado. El periodista no elige el día y la hora en que suceden los acontecimientos y aunque no sea el momento de hablar de la renovación o no de Javier Aguirre, eso puede esperar, la propiedad del Real Mallorca SAD no echará raíces entre el mallorquinismo por muy buenos resultados que consiga, si no consigue distinguir entre la clientela y la afición. Lamento repetirme.

Los seguidores reunidos ante el Consolat de la Mar para aplaudir a los jugadores por su esfuerzo en la final de la Copa del Rey en una recepción improcedente, puesto que las autoridades autonómicas y municipales ya estuvieron en Sevilla, programada en el día libre de la plantilla y cuerpo técnico antes del serio compromiso del sábado con motivo de la visita del Real Madrid, manifestaron con meridiana claridad y sobrada razón su enfado, más que simple descontento, por el trato recibido antes, durante y después del viaje. Una pancarta de reconocimiento al equipo y censura a los directivos que algún cobarde pidió retirar, es un hecho insólito dentro de un acto de homenaje.

El CEO, fichado por Maheta Molango a quien sustituyó después, no solo ha gestionado el desplazamiento sin  contar con los mallorquinistas ni sus bolsillos, sino que ha desesperado a propios y extraños imponiendo condiciones draconianas tanto a amigos como enemigos, por no hablar de la torticero engaño a los pasajeros del barco Palma-Valencia-Palma, inadvertidos de la falta de acomodo suficiente, ni siquiera sillas, convertidos en auténtico ganado excepto para los pocos que, dinero en mano, pudieron comprar unas horas de sueño sobre la litera de unos cuantos camarotes vacíos. Rodeados de seguidores del Athletic en el estadio, añadamos las dos horas de espera para embarcar de regreso en el Puerto de Valencia, donde la Policía del Puerto, no la compañía naviera, ni la agencia fletadora, aportó botellines de agua para resistir el sofoco. Quizás de esto no tengan culpa directa, pero si respetaran la historia que no conocen porque no han querido estudiarla en ocho años, sabrían que, en circunstancias paralelas, los presidentes Miquel Contesti y Bartolomé Beltrán esperaron en el muelle a los viajeros para agradecer su esfuerzo económico y social. No fue solo un detalle, sino agradecimiento debido.

Claro que, esperar algo así de unos personajes que se pasaron la cena oficial previa al evento, hablando en inglés y solo entre ellos es, en efecto, mucho esperar. Ahora pidan la máxima afluencia de espectadores para recibir al «dream team» de Florentino Pérez, sobre todo a los pasajeros del barco. Que un ejecutivo pelota con sus superiores y tirano con los de abajo, se permita estropear una labor tan opinable como seria y responsable invita a una reflexión profunda.