Mala siembra, peor cosecha

El buen hacer del Mallorca en primera división contrasta con la pésima campaña del Mallorca B,  que tan solo hace unos meses festejaba su ascenso a Segunda Federación donde encontramos una docena mal contada de filiales de otros equipos de la Liga de Fútbol Profesional cuya clasificación supera de largo la cola en la que los de Son Bibiloni se hunden irremisiblemente.

Ya no digo nada del Villareal B, que compite con algo más que dignidad en Segunda, ni siquiera de los «B» del Osasuna, Real Sociedad, Athletic, Barça, Celta y Real Madrid alguno de los cuales ocupa puestos de play off para subir. Pero incluso en la categoría de plata se dan cita filiales de clubs como el Alavés, el Burgos, el Zaragoza, el Granada o el Cartagena en puestos por lo menos decorosos.

No, no voy a medir la grandeza de una SAD por la relación de sus primeras plantillas con las de su fútbol formativo, pero también estoy convencido de que aquellos que realmente están bien organizados y cuidan de sus canteras con cierto esmero obtienen mejores resultados y extraen savia nueva para sus vestuarios de élite. El Valladolid, el Valencia Mestalla, el Espanyol o el Betis ostentan una clasificación verdaderamente honrosa y representativa en sus respectivos grupos.

No sé qué es lo que falla en la Ciudad Deportiva Antonio Asensio. Sin duda el cuadro de gestores más allá del nivel de técnicos y jugadores a quienes no amparan los resultados. Eso está claro. Si me temo que el método parece inadecuado, por decirlo suavemente, a la vista del desembarco de promesas en el muelle del primer equipo y la permanente fuga de chavales que luego transfieren sus esperanzas a otros lugares y clubs. Hay demasiados ejemplos y sin perspectiva de rectificación.

No hablo del Atlético Baleares o el Ibiza para no mezclar y porque responden a planteamientos y proyectos distintos, aunque tanto en el Estadio Balear como en Can Misses, la política de sus respectivas direcciones deportivas rozan lo sencillamente lamentable.