Más fútbol y menos cuento
Lo malo del empate del Mallorca en Tenerife no es tanto el resultado, aunque ceder dos de tres puntos ganados nunca deja buen sabor de boca, sino el comportamiento y la filosofía de juego del equipo o, mejor dicho, el antifútbol como arma en uso.
Con dos goles de ventaja a los 47 minutos, uno de ellos impensable por la forma de conseguirlo, no se puede entrar en bajada sin pedalear. Ya ocurrió en Zaragoza y se repitió en Santa Cruz. La fórmula no consiste en dejarse dominar, montar una muralla por delante de Reina pero si abandonar la retaguardia un solo instante sino, al contrario, permitir que el enemigo lance continuas oleadas de nuevos asaltos. Cada balón despejado por la defensa numantina visitante acaba de nuevo en poder de los centrocampistas locales, por cierto nada torpes técnicamente hablando. No se trata de empezar a arañar segundos cuando queda aun medio partido, simulando faltas inexistentes o agresiones imaginarias. Reina, Sastre, Raillo, le echaron un teatro innecesario que soliviantó al público y predispuso al árbitro que, de no ser así, tal vez no hubiera tenido más remedio que expulsar a Suso Santana por su pisotón sobre la rodilla de Lago Jr. y, en cambio, mostró la tarjeta roja a Estupiñán por una segunda amarilla rebuscada.
Vicente Moreno, tan nervioso como sus pupilos, tampoco acertó mucho en los cambios. Sobre todo en el de Nikola por Budimir que no venía a cuento, ni el de Baba en lugar de Pedraza si se trataba, efectivamente, de asegurar la victoria. El técnico tiene mimbres de sobra para ganar jugando al fútbol, lo ha demostrado en Son Moix, sin necesidad de olvidarse de ello en cuanto medió avión. Más balón y menos cuento. Aunque para la comedia de asegurar la permanencia, ya va bien así.