Penitencia en la Catedral (2-0 en San Mamés)

Un Mallorca combativo pero sin pegada y muy ingénuo en defensa, sucumbió en la Catedral cual seminarista de primer curso, con dos goles muy evitables, ambos en la segunda parte, cuando al Athletic se le iba el tiempo en su intento de aprovechar el martilleo de su fútbol directo, más físico que técnico, más insistente que brillante, para inquietar la meta defendida por Reina, vendido en ambas ocasiones.

ALINEACIONES:

Athletic.- Unai Simón (1), Lekue (1), Vivian (2), I. Martínez (1), Balenziaga (1), D. García (0), Vencedor (1), Berenguer (0), Muniaín (1), Raúl García (0) e I.Williams (2).

Minuto 62, Zárraga (1) por Vencedor, Villalibre (1) por Raúl García y N.Williams (2) por Berenguer. Minuto 73, Vesga (1) por Dani García. Minuto 82, Serrano (-) por I.Williams.

R.Mallorca.- Reina (2), Maffeo (1), Valjent (0), Sedlar (1), Oliván (1), Baba (2), Galarreta (2), Mboula (0), Kubo (1), Dani Rodríguez (1), Fer Niño (0).

Minuto 71, Kang-in Lee (1) por Mboula, Battaglia (0) por Baba y Febas (0) por Galarreta. Minuto 76, Sastre (-) por Valjent y Abdón (-) por Fer Niño.

ARBITRO:

Figueroa Vázquez (2) de Sevilla. Algún pequeño error en jugadas intrascendentes. En su línea solo sacó las tarjetas inevitables, a Dani García, del Athletic, y a Baba y Sedlar, del Mallorca.

GOLES:

Minuto 67, falta que saca Muniaín a la espalda de la defensa donde Vivian entra en solitario y cabecea a la escuadra a la derecha de Reina. 1-0

Minuto 73, Valjent pierde el balón cerca del área ante Muniaín, que centra raso e Iñaki Williams, cayéndose, toca suave sin que puedan llegar Battaglia ni el portero. 2-0

14.566 espectadores

UN BAÑO DE REALIDAD

Si, el Mallorca mandó en muchas fases del partido, sobre todo en el primer cuarto de hora de cada período pero, como en el boxeo, cuando amagas pero no das corres un serio riesgo de irte a la lona al primer directo a la mandíbula que te propine el contrincante. No cabría extenderse mucho más porque lo que vimos en San Mamés fue una réplica de eso, un peso pesado con un obispo en el banquillo y más monaguillos que curas, sacudió dos mandobles a un voluntarioso adversario de esos que, si, ponen la cara para que, a veces, se la partan.

Quisieron los mallorquines, extrañamente vestidos de azul, controlar el juego desde la presión y la posesión con Baba omnipresente en la recuperación y ocupación del espacio y Galarreta en funciones de conductor. Lo hicieron bien al punto de que, casi desde el principio, el anfitrión no hizo mucho más que evitar la transición a base de pases largos para la carrera de Iñaki Williams o la salida de Muniaín. Le bastó con eso porque el dominio ficticio de los visitantes terminaba en la línea de tres cuartos, donde Kubo se perdía, Mboula no se encontraba y Dani luchaba como don Quijote, solo contra los molinos de viento.

A trompicones, Reina había sido inquietado en tres ocasiones, Unai Simón en ninguna. Ya en la primera parte Iñigo Martínez había avisado en un balón por arriba, pero ya en la segunda Vivian, sin marca, no perdonó. No es que el gol cayera como una losa sobre castillo de naipes tejido por Luis García Plaza, sino que él mismo se desquició hasta el punto de descomponer a su propio equipo con una serie de cambios inconcebibles, sustituyendo el doble pivote en un once que necesitaba remar y perdió toda su fuerza en el intento. Quiso el balón, si y lo tuvo durante muchos instantes, también, pero sin llegar a saber qué hacer con él o, al menos, cómo. Tal vez, un baño de realidad.