Que cada palo aguante su vela
Los cristales de colores, tan bonitos y llamativos, oscurecen la realidad del otro lado. Cuando los usan aquellos que deberían ser imparciales, -jueces, líderes de opinión, árbitros, etc- se engañan a si mismos y, de rebote, a quienes carecen de criterio propio, ora por desconocimiento ora por inseguridad. Conviene tenerlo en cuenta ahora que aún perdura la polémica del partido celebrado el sábado en el Ramón de Carranza. Unos tiñen de amarillo sus pareceres y otros lo hacen de rojo al proyectarse sobre una misma diana: el árbitro. Craso error.
Es más sencillo señalar al director de la contienda que, por cierto, tuvo más aciertos que errores, que reconocer defectos propios. Habría que leer y escuchar comentarios si en Son Moix el trencilla de turno expulsara al entrenador y dos jugadores del Mallorca en decisiones indiscutibles reglamento en mano tal como las tomó Arcediano Monescillo. Antes una aclaración que algunos medios han pasado por alto: en caso de exhibir una tarjeta roja no se aplica la ley de la ventaja, solo admisible con retraso en caso de amonestaciones. Dicho sea por el contraataque rojillo con 1-1 en los últimos instantes, que provocó la expulsión del central del Cádiz, Mauro.
En mi opinión asistimos a un arbitraje valiente durante el que hubo de recurrir a numerosas tarjetas ante la guerra destada en el interior del terreno de juego y en los banquillos. El empate final se origina debido a la fuerte presión local que, en inferioridad numérica, metió a su rival en campo propio. Un visitante que en vez de salir a sentenciar el marcador y mantener el espíritu del primer tiempo, se replegó como un conjunto pequeño e inseguro de resguardar el tesoro que había obtenido antes del descanso. Y aquí, entre contendientes y entrenador, que cada palo aguante su vela.