S.O.S en los descuentos (1-1 en el Sánchez Pizjoán)

Un defensa, Kike Salas, adelantó al Sevilla sin merecerlo mucho, en el minuto 46. Otro, Martin Valjent, pagó con la misma moneda en el 91  sin que el resultado final tenga que variar el planteamiento del análisis. Más intensos los locales, permitieron al Mallorca tirar de amor propio para alcanzar el marcador por el que dió la sensación que había viajado: el empate.

ALINEACIONES:

Sevilla F.C.- Nyland (0), Carmona (1), Badé (1), Kike Salas (2), Pedrosa (1), Sow (1), Saúl (1), Juanlu (1), Lukebakio (1), Vargas (2) e Isaac (0).

Minuto 81, Ejuke (-) por Vargas y Agoumé (-) por Sow. Minuto 84, Bueno (-) por Juanlu.

R.Mallorca.- Greif (2), Maffeo (1), Valjent (2), Raillo (2), Copete (1), Mojica (1), Mascarell (1), Sergi Darder (0), Dani Rodríguez (0), Asano (1) y Muriqi (1).

Minuto 66, R.Navarro (2) por Asano. Minuto 75, Larin (0) por Muriqi, Abdón (1) por Dani Rodríguez y A.Sánchez (1) por Sergi Darder. Minuto 85, Valery (-) por Maffeo.

ARBITRO:

Muñiz Ruiz (1), de Pontevedra. La presión del Madrid por su inhibición en Cornellá y la nevera de dos semanas le pudieron condicionar. No hubo falta en la entrada de Mascarell tras la que marcó el Sevilla y en cambio señaló saque de puerta en un derribo de Carmona a Robert Navarro sobre el mismo lateral del área. Le protestaron el gol del Mallorca, pero acertó al no apreciar falta de Larin al portero. Señaló 12 faltas a favor de los andaluces y 11 para los visitantes. Tarjeta amarilla a Carmona y Raillo, Mojica, Sergi Darder y Arrasate, no todas justas.

GOLES:

Minuto 46, falta sobre el área del Mallorca, nadie acierta a despejar con contundencia y Kike Salas aprovecha al barullo para fusilar desde cerca. 1-0

Minuto 91, el jaleo se reproduce en el área local, Nyland sale en falso y el balón le cae a Valjent que fulmina raso con potencia. 1-1

El Mallorca sacó 4 veces desde la esquina, por 5 el Sevilla.

35.424 espectadores

CONVALECIENTES

Más que las tablas y el reparto de puntos, escaso para las aspiraciones sevillistas y bueno para el objetivo real de los bermellones, vestidos de color celeste (el de rojo y negro era el árbitro), sobre todo tal y como se había desarrollado un partido en el que, jugando peor que su adversario, gozó de las mejores oportunidades de gol ya en la segunda parte, eso si.

Ni un equipo ni el otro han abandonado la «gripe» que les afecta. El Sevilla estuvo más intenso ante un Mallorca conservador que mantuvo en el campo tres centrales aun por detrás en el marcador sin que, como es natural, la acumulación de zagueros mejorara el rendimiento de su cobertura. Más preocupante resulta que todos los duelos cayeron de parte del anfitrión, más concentrado.

Los de Arrasate, de nuevo con Sergi Darder ausente, exhibían su carencia de ideas para el fútbol combinativo, relegadas a la búsqueda de la cabeza de Muriqi o la carrera de Asano, cuyos méritos no parecen suficientes para dejar a Robert Navarro en el banquillo. Este tardío relevo bien pasada la primera hora del lance cambió la fisonomía del equipo que, tras el descanso, coqueteaba más con encajar su sentencia que de devolver el equilibrio en el luminoso.

García Pimienta cargó el juego de los suyos en la banda izquierda. Vargas encaraba una y otra vez a Maffeo y el japonés muestra su rapidez con la misma efervescencia que la espuma, explosiva en su origen y diluida en segundos. Con Issac perdido entre el trío defensivo formado por Valjent, Raillo y Copete, la ayuda de Mascarell no bastaba para evitar la presencia nervionense en la zona de los sustos. Por fortuna sus cañonazos lejanos carecían de puntería.

Sorprendió la tardanza de los cambios. El Mallorca iba camino del via crucis cuando se movió el banquillo. Navarro, más atrevido, no solo subía la pelota superando a los enemigos que trataban de cerrarle el paso, sino que incluso se plantó dos veces solo ante Nayland, al que no consiguió batir. Pero el dudoso merecimiento andaluz para cantar victoria, se compensó con la misma arma usada para ello. Quien a hierro mata a hierro muere, aunque sobrevivieron ambos contendientes para disgusto del anfitrión e inesperada satisfacción, alegría incluso, del invitado.