¿Selecciones?; no, gracias.
No veo razón por la que Marc Domenech, Dani Luna y Jan Salas, los chicos que completan las convocatorias del primer equipo, no tienen que alinearse con el Mallorca B en las jornadas en que la liga de primera división es interrumpe. La intuyo, pero no la entiendo. Se supone que lo que necesitan, desde el primero al tercero, son partidos y no descansos, sobre todo vistos los primeros pasos del conjunto de Gustavo Siviero: 2 jugados, 2 derrotas y unas sensaciones no pobres, lo siguiente. En fin cada maestrillo con su librillo, incluido el dúo Díaz-Ortells, alérgico a los aires de Son Bibiloni.
Lo mejor de los fines de semana de selecciones es que se acaban. Siempre pendientes de hacer caja sin pensar en otra cosa, nadie en la FIFA y la UEFA se plantea que, Mundial y campeonatos continentales aparte, los inventos internacionales por países no interesan más que a los recaudadores y aficionados subscritos a cualquier pachanga que ofrezca la televisión, ya sea en competencia con Broncano o Pablo Motos. No hablemos de las locales, que ya solo se sintonizan en televisores del año de la Pepa o tal vez, quizás, en alguna red social en mini pantalla de móvil a prueba de pájaros o linces.
Los agentes de futbolistas, esos que imponen las fechas en que se cierran los mercados e impusieron el de invierno porque las comisiones son las comisiones, callan debido a que colocar a alguno de sus representados en una selección cualquiera, aumenta su caché. Siempre hay quién pica, lo que nos devuelve a tiempos de la Ciudad Deportiva Antonio Asensio cuando, preguntado por un uruguayo en el banquillo, Luis Aragonés respondía: «¡A mi me va usted a decir lo qué es un internacional y como o por qué se le selecciona!». Siempre hay excepciones que, confirmen o no la regla, empatan con los ejemplos.