Sin faltas no hay paraíso

Romero fue el lateral izquierdo del Mallorca en la final de Copa que perdió contra el Barça en el campo de Mestalla en la tanda de penaltis el 29 de abril de 1998. Hasta aquella fecha había jugado todos los partidos de liga, 35 de los 38, sin haber sufrido ninguna lesión ni haber visto una sola tarjeta amarilla. El árbitro aragonés Daudén Ibañez, cuyo nombre difícilmente olvidarán los aficionados que aquel día se desplazaron a Valencia y llegaron nos minutos tarde debido al retraso del barco que les transportaba, le expulsó apenas iniciada la prórroga. 9 minutos antes había hecho lo propio con Mena, aunque ambas decisiones no guardaran relación.

Pensé en ello cuando me invitaban a reconocer que nadie puede ganar un partido sin hacer faltas lo que, en demasiadas ocasiones, no implica haberlas cometido. El Getafe tiene fama, como todos los equipos por los que ha pasado José Bordalás, un gran entrenador por otra parte, de ser el más leñero de primera división y no desde hace poco tiempo, pero esta temporada quien carda la lana es el Sevilla, próximo rival del Mallorca, líder de amonestaciones tras las primeras ocho jornadas.

El reglamento distingue entre infracciones involuntarias, que no por ello dejan de serlo, leves, fortuitas, menos graves y merecedoras de sancionar con cartulina roja, esencialmente las agresiones y lo que se entiende como juego peligroso, que se traduce con levantar la bota más arriba del pecho del adversario o pegarle una patada a la altura de la rodilla o directamente al tobillo. En definitiva las potencialmente causantes de lesión inmediata e importante. Pero, de otro lado y sin que esto suponga una absurda defensa de la violencia, no deja de ser cierta la relación entre la intensidad y las veces en que se infringen las reglas.

A eso debía referirse Luis Aragonés cuando soltó aquella famosa proclama: «hay que ganar por lo civil o lo criminal». A Enrique Romero Fernández en aquella dramática final de Copa le trataron como tal sin haber roto un  plato en toda la liga y el Mallorca perdió por ambas cosas, la penal y la otra. Una lección para estudiar, aprender, aprobar y no olvidar.

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